La Trinidad es uno de los dogmas más importantes dentro del Cristianismo, tan importante como incomprendido, y no es por poco, incluso los más altos teólogos son incapaces de brindar explicaciones que abarquen cada posible hueco que pueda existir bajo la limitada explicación que puede ofrecer la mente humana.
¿Cómo es que normalmente se define la Trinidad?, fácil: Tres personas distintas, un solo Dios verdadero; pero, ¿a qué nos referimos cuando decimos "persona"?, la definición de este término ha concertado debates incluso entre los mismos teólogos católicos.
Para poder responder a la pregunta principal de este escrito acerca de si podemos afirmar "ingerimos la trinidad al comulgar" sin ningún tipo de problema, lo primero que se debe hacer es aclarar algunos de los conceptos medulares de estos temas, tanto sobre la eucaristía como con la Santísima Trinidad. En esta primera parte se estará revisando el significado de: transustanciación, simplicidad divina y persona.
Transustanciación
El primer término importante que debe conocerse y hacer un esfuerzo por entender, es la transustanciación.
Puede definirse la transustanciación como el cambio de la sustancia de una existencia por otra. En el caso de la transustanciación en términos eucarísticos, la sustancia del pan deja de ser y es sustituida por la sustancia de Cristo completo, sin que a la sustancia de Él le pertenezcan los accidentes que eran de la sustancia anterior, pero que aún así los conserva y son perceptibles con los sentidos.
El anterior párrafo puede resultar de fácil comprensión para algunos, sin embargo no todos pueden llegar a comprender en qué consiste la "sustancia" ni los "accidentes", es por eso que hay que explicar uno por uno su significado, por lo menos de la forma más simple posible.
Sustancia: Lo que es
Cuando en la teología católica se habla de sustancia puede estarse refiriendo a aquello que hace a algo ser lo que es. Esto va incluso más allá de las simples apariencias, la sustancia es propia de esa existencia y la hace ser lo que es y no otra cosa completamente distinta
Si hablamos de la sombra que conocemos como pan, su sustancia es el pan, y por ello es un pan, si no fuera esa su sustancia, entonces no podría llamársele propiamente "pan", sino otra cosa. Esta sustancia va incluso más allá de si nuestros sentidos lo perciben como pan, pues no es eso lo que indica la sustancia de algo que existe, sino lo que es.
Por eso no puede decirse que es pan cualquier otra cosa que sea increíblemente parecida al pan, pero tiene como sustancia otra cosa, como por ejemplo el "plástico" didáctico que industrialmente lo hicieron parecer pan, aunque lo parezca y lo hayan aromatizado como tal, no es pan, en realidad es otra sustancia. Por otro lado, no es incorrecto llamarle "pan" siempre y cuando comprendamos que su sustancia es realmente otra, en este caso el plástico, pero esto solo sucede por facilidades en nuestra lengua y forma de comunicarnos, no porque realmente sea pan.
La sustancia del pan antes de consagrar es el ser pan, pero al pronunciarse las palabras de consagración, deja de tener tal sustancia y pasa a ser otra, la sustancia del Verbo Encarnado. Al suceder esto, muchas veces puede incluso seguir llamándosele "pan consagrado", y no ser incorrecto incluso ahora que ya no es pan, pero debe tenerse el sumo cuidado de reconocer que realmente no es pan eso que está ante nuestros ojos, sino Cristo mismo.
La sustancia en sí misma no se divide de si misma, no puede ser particionada, no puede ser seccionada incluso si los accidentes de los cuáles se sirve lo fueran. Es por eso que en cada infinitésimo pedazo de hostia está completamente la sustancia de eso a los que los accidentes le sirven para mostrársenos ante nuestros sentidos. La esencia al ser indivisible no se parte cuando sus accidentes se parten, incluso si la hostia fuera fraccionada en mil partes, cada una de esas partecitas posee la totalidad de la sustancia que contiene.
En síntesis, la sustancia es lo que hace que algo sea ese algo y no otra cosa, independientemente de aquello que se ve o percibe superficialmente, no puede ser particionada y está de forma total, con esto pasamos al siguiente término.
Accidente: Lo que se percibe con los sentidos
El ser humano suele obtener la definición de la sustancia de algo a través de sus sentidos, sin embargo, esta no es una manera perfecta de entender la sustancia de aquello que percibimos. Hoy en día es posible adquirir "carne de res" falsa, hecha de hongos pero que tiene un increíble parecido a la carne común para nuestros sentidos, tanto de olor, tacto y sabor, sin embargo, aunque sea completamente igual, no es carne de res, pues esa no es su sustancia, sino simplemente lo que vemos como accidentes.
Los accidentes son aquellas características de una existencia que son perceptibles a través de nuestros sentidos. Los accidentes no pueden existir sin una sustancia a la que servir como materia, mientras que la sustancia realmente no necesita accidentes para ser lo que es, los accidentes sí necesitan una sustancia para poder mostrarse.
Los accidentes son esos detalles que distinguen a los sentidos una cosa de la otra, en este encontramos el color, el brillo, el sabor, el olor, la posición geográfica, el tamaño de algo etc., pero como se ha dicho anteriormente, no definen realmente la sustancia, más allá de que la mayoría de veces aquello que percibimos por nuestros sentidos suele tener por sustancia aquello mismo que los accidentes nos permiten percibir.
Debido a que los accidentes dependen de una sustancia para poder ser, pero la sustancia es independiente de estos, no puede decirse que una sustancia que se encuentra bajo ciertos accidentes sea rea o adquiera en su propia sustancia tales accidentes, sino que permanecen separados. Esto explica el hecho de que Jesús no está en los accidentes como tal, sino bajo ellos. Cuando hablamos de Jesús Eucaristía nos referimos a la sustancia de Cristo, no a los meros accidentes, ya que estos no le pertenecen.
Por otro lado, bajo cada uno de los accidentes Cristo es, en cuerpo, sangre, alma y divinidad, por lo que, aunque los accidentes no sean de Jesús, el Verbo Encarnado se vale de ellos para mostrarse a nosotros y poder ser nuestro alimento espiritual. De ahí que en cada una de las partículas de eso que podemos llamar "pan" o "vino", aunque ya no lo sean, está Cristo; he aquí la importancia de no dejar que ni la más mínima partícula de estas especies toque suelo o sea mancillada por manos sacrílegas.
Con esto dicho es posible entender un poco mejor la transustanciación: primero existe la sustancia del pan (también del vino, pero para no estarlo repitiendo, se va a dar por entendido y referiremos siempre al "pan"), con sus accidentes (o especies), estos existen porque unas manos grandiosamente los obraron para ser consagrados o ingeridos, pero luego de que el sacerdote dice las palabras de consagración, ese pan deja de ser pan, es decir, deja de tener la sustancia del pan [1] y pasa a tener la sustancia del Verbo Encarnado conservando siempre los mismos accidentes. El resultado es una nueva sustancia (Jesús), bajo las misma especie del pan.
Debido a que conserva la especie del pan, todavía puede vérsele como un pan, tener sabor a pan, oler a pan y residir en el mismo lugar que el pan estaba, pero ya no es pan, porque ya no tiene su sustancia, sino que tiene la de Jesús, por lo tanto es propiamente Cristo entero.
La transustanciación es distinta de una transformación como las que se han apreciado en las Sagradas Escrituras, allí por ejemplo se nos narra cómo Jesucristo hace el milagro de que el agua se convierta en vino; en este escenario efectivamente se transformó la sustancia del agua en la del vino, pero también sus accidentes, pues el vino no tenía sabor a agua, sino sabor al mejor vino.
El punto que no debe sorprendernos y estaba por demás demostrar, es que Dios posee el poder para cambiar la sustancia de algo que existe, así como también cambiar sus accidentes, por lo que solo cambiar la sustancia de algo, como lo es el caso de la hostia, y convertirlo en Jesús, es algo fácilmente ejecutable para el poder divino.
Simplicidad Divina:
Para adentrarnos en el misterio de Dios con mucha mayor profundidad, hay que comprender uno de los puntos más aceptados en la escolástica por los grandes teólogos como Duns Escoto y Santo Tomás de Aquino: la simplicidad divina [2].
Incompuesto: Dios no tiene partes
La simplicidad divina es ese término que resume el hecho de que en Dios no puede haber "partes". Cuando se dice que Dios es completamente simple, no se refiere a que sea fácil de comprender o que sea una forma de existencia sencilla de ver; sino todo lo contrario, cuando se afirma tal cosa nos referimos a que Dios es tan infinito que no podría estar comprendido en partes, pues si lo fuera, entonces cada una de esas partes también sería infinita y no podría haber un solo Dios, o bien una de esas partes es posterior a la otra, y por lo tanto Dios no sería propiamente infinito.
En la simplicidad divina se afirma que los atributos divinos como "sabiduría" y "bondad" no son realmente distintos, sino solamente formalmente distintos. Debido a que existe cierta univocidad en el tratamiento de estos atributos tanto en los seres humanos como en Dios, así como la sabiduría y la bondad se tratan de forma distinta en los seres humanos, se predica lo mismo de tratarlo con Dios, por eso es que se afirma que existe una distinción formal en los atributos divinos, más no una distinción real.
Una distinción real significaría que la sabiduría y la bondad de Dios pudieran estar por sí mismas separadas una de la otra, y por lo tanto, habría cierta división en Dios que no lo haría completamente perfecto, por el contrario, cada uno de los atributos divinos son formalmente distintos (no solo conceptualmente), lo que constituye el hecho de que uno no pueda ser sin el otro.
Es importante conocer esta simplicidad divina, así no caemos en el error de decir que "Dios está compuesto de tres personas", como si Dios estuviera dividido en tres partes distintas. Dios es sumamente simple, por lo que no puede afirmarse que Él esté compuesto de dos o más distinciones reales. Dios es en sí mismo y no depende de una unión de partes que lo conformen.
Aseidad: Dios es en sí mismo, subsiste.
Dios no tiene inicio ni final, nadie lo creó, pues si alguien lo hubiera creado, no sería Dios. La aseidad consiste en que Dios es en sí mismo, nadie le ha dado la existencia, por lo que no puede ser considerado como un ser contingente que le deba su existencia a otro, sino que más bien subsiste en sí mismo, Él se debe a sí mismo y se conoce como el Sumo eminente e infinito.
La aseidad es propiedad constitutiva [3] de Dios, que contrario a todo lo que ha llegado a la existencia, no pudo haber sido de otra manera, pues Él es fundamentalmente Él en sí mismo, y si habría la posibilidad de ser de otra manera entonces no sería infinito ni sería propiamente Dios.
Todo lo que ha llegado a la existencia es contingente, es decir, su propia existencia pudo haber sido de una manera distinta, y su existencia se debe a otro ser, pues nada puede causarse a sí mismo, pues para causarse a sí mismo habría de suponerse su preexistencia, pero algo si vino a la existencia es porque antes no existía, entonces primero tuvo que haber venido a la existencia, y eso se lo tuvo que haber debido a otro tipo de existencia que le dio su inicio.
Cuando se dice que Dios es el que es, se afirma que Él es propiamente la más alta realidad y posibilidad del ser, la más perfecta y la más infinita, no existen imperfecciones en Él, Dios es el ser por excelencia, el que no necesita de nada ni de nadie, que es completamente libre e infinito.
En este sentido, las tres personas divinas no serían tres partes distintas de Dios, ni cada una de ellas conforma 1/3 del verdadero Dios, más bien como Dios es uno y simple, las tres personas divinas son Dios completamente, una no más que la otra, ni una menor que dos juntas. [4]
Trinidad: Tres personas, una sustancia divina.
La Trinidad consiste en tres personas (según la definición filosófica más adelante planteada), y una esencia divina. Por definición, Dios es uno, no puede haber más de un Dios, de haberlo, entonces alguno de los dos no sería Dios, e incluso ninguno. Nada puede igualarse a Dios, nada puede acercarse ni superar a Dios, Dios es el que es.
La Trinidad no plantea la existencia de tres dioses distintos uno del otro, como si la sustancia entre ellos fuera distinta en número como la sustancia de los seres humanos. Los seres humanos tenemos la misma naturaleza humana, sin embargo somos distintos entre todos nosotros, somos propiamente personas completamente diferentes las unas de las otras; pero en Dios es distinto, cada persona de la Santísima Trinidad posee la naturaleza divina, pero no es distinta en número, es exactamente la misma, no como si Dios se manifestara de tres maneras, sino como Dios de manera infinita es tres personas. Pedro y Juan son dos personas distintas con igual naturaleza (humana), pero no son consustanciales, mientras que el Padre y el Hijo son personas distintas con igual naturaleza (divina), pero sí son consustanciales.
En la infinitud de las personas divino-trinitarias, diferente de la finitud de las personas humanas, la esencia divina, su sustancia eterna es compartida en la misma medida entre cada una de las personas, mientras que los seres humanos no compartimos la misma sustancia, sino que somos realmente distintos los unos de los otros.
En cierta medida, dentro de la infinitud de Dios, el único límite que Él tiene (si puede llamársele como tal), empieza por la otra persona divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son consustanciales, poseen y comparten la misma sustancia y ni uno posee algo más o algo menos de esta, pero son distintos, el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo, pero al mismo tiempo el Padre y el Hijo no son más que el Espíritu Santo, ni dos de esas personas poseen más divinidad que la tercera faltante.
Duns Escoto mencionaba que la perfección del Dios Trino radica, tomando la definición de perfección de San Anselmo, en que Dios es todo aquello que es mejor tener que no tener, y que por lo tanto, tener una relación de origen de una persona con la otra, a decir, si una persona fuera igual a la otra, entonces Dios no sería propiamente perfecto. Las personas son finitas en el sentido de que una no es la otra; ellas mismas son los límites de las otras, y esa finitud de las personas divinas hace que Dios sea infinitamente perfecto, las palabras de Escoto:
...porque una persona (divina), no carece de ninguna perfección formalmente infinita, porque entonces no sería absolutamente perfecta; sin embargo cualquiera de las personas (divinas) sí carece de una relación de origen. Por lo tanto, ninguna relación de origen es formalmente infinita, y esto se desprende de la definición de la perfección absoluta, porque según Anselmo en el capítulo 15 del Monologium "[la perfección] es aquello que es mejor tener que no tener"; la relación de origen, sin embargo, no puede ser absolutamente más noble que su contrario, debido a que las personas divinas son simultáneas en la naturaleza. (Ordinatio IV d. 12 q. 2)
La Trinidad es tal que cada una de las personas es distinta entre sí, pero no son sustancialmente distintas, ni en naturaleza ni en número. Su distinción es una diferencia entre personas no entre naturaleza ni entre su sustancia. La comprensión de este sagrado misterio opaca la misma inteligencia humana, la explicación limitada que el ser humano puede brindar, siempre deja lugar a puntos de debate que hasta el día de hoy no terminan; lo importante es reconocer que no existen tres deidades, y que la Trinidad no distingue entre tres existencias distintas en sustancia o en número, sino que las distingue en cuanto a personas, y por lo tanto, no existe conflicto en afirmar que Dios es uno y trino, pues la Trinidad no es una identidad que contradice su unidad, sino una identidad que reafirma su unidad.
La Trinidad no contradice la simplicidad divina, pues no hay una distinción real entre cada una de las personas de la Santísima Trinidad, de serlo, entonces no se creería en monoteísmo, sino en politeísmo, cada persona divina actuaría de manera completamente independiente de la otra, y las voluntades podría contradecirse pues serían totalmente distintos. La simplicidad divina en la Trinidad logra que cada una de las personas divinas sean uno solo en la esencia divina, no la parten ni la dividen, cada una de las personas divinas no posee 1/3 de la sustancia divina en cada uno, todas las personas de la Santísima Trinidad poseen la totalidad de la sustancia divina, por eso una no es mayor que la otra, ni dos son más que una.
Persona:
A diferencia del lenguaje común, dentro de la teología y filosofía "persona" no es sinónimo de "ser humano", la definición de "persona" que observa Santo Tomás de Aquino es la de Boecio que dicta así: «Persona es la sustancia individual de naturaleza racional», mientras que la definición que usa el Beato Juan Duns Escoto es la formulada por Ricardo de San Víctor que dice de la siguiente manera: «Persona es la existencia incomunicable de naturaleza racional»; acerca de cuál es la más exacta ya hay debates, aquí se dará por sentado que la más adecuada para explicar la Trinidad es la de Ricardo de San Víctor, donde se encuentran varios conceptos primordiales para entender a qué nos referimos con "persona" en la teología.
Existencia: Autonomía y pertenencia.
Dentro de la definición de persona, uno de los requisitos primordiales es su propia existencia, pero no una existencia común y corriente, pues incluso hasta una rama existe pero no es considerada dentro del concepto de persona.
Cuando se habla de "existencia", se refiere directamente a esta forma de ser que posee autonomía, es decir, tiene cierto grado de conciencia de su existencia, sea de manera imperfecta como los animales, o de manera racional como los seres humanos. Para que una forma de existencia sea tomada en cuenta dentro de este concepto, debe poseer pertenencia; esta forma de ser debe estar consiente de que es alguien propio y distinto de otro.
La pertenencia es uno de los puntos focales que nos diferencian de otro tipo de seres como los animales, estos no poseen un alma totalmente racional, sino que actúan en su mayoría mediante impulso-respuesta y una voluntad natural (guiándose a través de sus instintos), ciertamente poseen un grado de conciencia en cuanto a que saben qué cosa no son ellos mismos, y es lo que les ayuda a protegerse de amenazas o mantenerse seguro.
Los seres humanos poseemos un alma racional, pues dentro de sus potencias, existe la libertad de la voluntad y la necesidad de la razón, por eso nos diferenciamos del resto de criaturas que habitan el planeta tierra. La pertenencia y autonomía es propio de las "personas" en el sentido teológico, y todo aquello que no posea estas dos propiedades no puede ser considerado persona.
En este sentido, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son consientes de que son distintos el uno del otro en cuanto personas, no actúan sin libertad alguna, no están atados a un mecanismo conjunto, sino que libremente al ser una sola esencia no existe contradicción en su voluntad. Por eso tanto los seres humanos como las personas divinas entran en la definición de "existencia autónoma".
Incomunicable: Irrepetible, particular.
La existencia autónoma y con un alto grado de pertenencia debe ser completamente incomunicable, esto quiere decir que es completamente particular, irrepetible.
La incomunicabilidad de los seres existentes es lo que les da el dote de ser distinto el uno del otro, la incomunicabilidad no significa que un ser no le puede hablar al otro, sino que un ser no es propiamente el otro, sino que son distintos. Esta particularidad dentro de los seres existentes es lo que les hace ser diferentes y no pueda llamárseles completamente iguales en todo.
Pablo y Pedro son seres humanos, pueden ser gemelos, con características corporales idénticas y modos de pensar bastante parecidos, sin embargo son dos formas de existencia humana autónomas y particulares completamente distintas, es por eso que Pablo y Pedro son incomunicables entre sí.
La Santísima Trinidad es tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, estas tres personas son incomunicables en cuanto a que no son iguales el uno al otro, aunque si bien sean consustanciales en su esencia. La incomunicabilidad de las divinas personas hace que puedan actuar a como lo han hecho en toda la historia de la salvación, de manera individual en cuanto a personas, pero como Dios en su plena unidad divina.
Si no fueran incomunicables, entonces el Hijo sería la misma persona del Padre, y habría muchos problemas racionales dentro de este postulado, pues por revelación divina se conoce que el Hijo habla del Padre como si fuera una persona distinta de Él (cf. «El testimonio de dos hombres es verdadero» (Juan 8,17)), pero al mismo tiempo uno en esencia (cf. «Yo y el Padre somos uno» (Juan 10,30), donde se usa el griego "heis" y no "monos", indicando que son uno no en cuanto a la misma persona, sino en cuanto a su unidad en la divinidad).
Naturaleza racional: Su ser es racional.
El ser humano es predominantemente racional, aunque su voluntad no necesariamente la mueva hacia aquello que considere necesariamente lógico de realizarlo. La razón del ser humano es una de las potencias de su alma que hace que sea completamente distinto de los otros animales. Los animales a diferencia de los seres humanos, no poseen un alma racional, porque su naturaleza animal no es racional, mientras que la naturaleza humana sí es racional en cuanto a que tiene su inicio en la encarnación misma de Dios, y en cuanto a que, por revelación divina, se conoce que Dios "sopló" sobre el hombre para brindarle la libertad y la razón.
En este sentido, la voluntad libre es otra de las potencias del alma que nos diferencian de los demás animales, los seres humanos son capaces de actuar con total libertad, capaces de elegir el bien sin ningún tipo de yugo encima. Dios también es completamente libre, todo lo que Él hace no es por un impulso que impere la necesidad de su intelecto, sino por simple hecho de su libertad. Por ejemplo, la creación del mundo no fue un acto que Dios se vio en la necesidad de hacer, la creación pudo o no pudo existir, somos completamente contingentes, y si existe es por la voluntad libre de Dios que es el único ser subsistente.
Cada una de las personas de la Santísima Trinidad posee voluntad e intelecto, no son seres carentes de libertad, de ahí se desprende que el hombre sea capax Dei, pues Dios le dio al hombre la capacidad de ser igual a Él, teniendo libertad e inteligencia.
Conclusión preliminar
Con todo lo anterior ya somos capaces de comprender un poco mejor estos misterios y estos términos tan complejos de entender como de explicar incluso para los sabidos en estos temas. Cada vez que pensamos en estos dogmas debemos tener de manera automática todos y cada uno de estos términos ahora conocidos tanto para fines apologéticos como para fines de adoración. Si bien es cierta aquella cita de la escolástica «Nihil Volitum Quin Praecognitum», también es cierto que solo la voluntad llevada del amor a algo o alguien, nos ayuda a conocerlo muchísimo mejor, y el buscar comprender todos estos términos fue llevado a través de la voluntad libre del amor, pero lo que se ha comprendido también nos ayuda a amar más aquello conocido.
Por ahora es suficiente con las explicaciones que se han brindado para entender qué significa la Trinidad y cuál es la relación entre la Trinidad y la Eucaristía. En la segunda parte se estarán brindando otros aspectos que deben ser tomados en cuenta para poder comprender por lo menos un poco de estos importantísimos dogmas desde un aspecto más profundo que lo habitual.
En el siguiente escrito se estará viendo los aspectos de la presencia de Cristo en la Eucaristía y la Koinonía Trinitaria relacionado a la Eucaristía.
Dios te bendiga,
Por: Cairo José Sánchez Sáenz
[1] La sustancia del pan deja de existir, y la sustituye la de Cristo, aunque ciertamente bajo las propias palabras del Señor "esto es mi Cuerpo" también podría caber la interpretación de cierta consustanciación, esa en que la sustancia del pan permanece allí aunque es infinitamente inferior a la sustancia del Verbo Encarnado. Sin embargo, aunque cabe esa explicación, es incorrecta, pues la Iglesia Católica ha definido claramente una transustanciación, no una consustanciación.
[2] Entre Aquino y Escoto hay ciertas diferencias en cuanto a las distinciones de los atributos divinos; debido que me decanto por la corriente escotista, esta es la que se va a estar utilizando.
[3] Constitutivo no en cuanto a división de partes, sino en cuanto a propio de su esencia infinita.
[4] El siguiente ejemplo es imperfecto pero ilustra el punto: No es más pan un pan completo que medio pan. En esencia ambos son panes, aunque en cantidad de materia los accidentes de uno sean mayores a los del otro; de todas maneras como los accidentes no son propios de la sustancia no importa si uno es aparentemente más grande que el otro, nunca va a ser sustancialmente más pan. La Trinidad es en esencia divina, y ninguna de las personas divinas es más divina que la otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario