Como menciona el Catecismo de la Iglesia
Católica, la predestinación es un designio establecido por Dios desde la
eternidad en la que tiene en cuenta la libre respuesta de cada uno de los
hombres a su gracia (cf. CCE 600). Este designio divino no puede ser nunca
hacia la condenación de ninguna criatura, pues Él no predestina a nadie a ir al
infierno (cf. CCE 1037).
Pero, ¿es acaso la predestinación católica una
pre-determinación de las personas a ir al cielo?, ciertamente en la Iglesia se
han extendido diversas formas teológicas en las que se trata la predestinación
a través de distintas tesis y es muy importante conocerlas para no caer en
herejías como la de la predestinación calvinista. Una de las tesis principales
expuestas en la Iglesia es la del Beato Juan Duns Escoto, conocido como el Doctor
Sutil, quien a través de sus comentarios a las sentencias de Pedro Lombardo
y tomando en cuenta principalmente los himnos Paulinos, da un breve repaso por
esta doctrina.
Tesis escotista de la predestinación
Duns Escoto define la
predestinación como «el acto de voluntad divina que elige una criatura racional
para la gracia y para la gloria»
1. Acto de
voluntad divina
La
definición escotista de predestinación es que es un acto de voluntad divina, no
es algo que le impele a hacer su intelecto como si fuese una necesidad, sino
que la predestinación, más que un efectum, es un volitum. La
voluntad de Dios es siempre libre, y por simplicidad divina todo lo que su
voluntad divina elige es en sí mismo bueno. Por eso Dios no puede decidir
libremente destinar a personas al infierno, esto no es parte de su propia
naturaleza y caería en una contradicción.
Esta manera
ordenada en el obrar de Dios no se debe a que hay algo que puede hacer bueno y
algo que pueda hacer malo y entonces Él decide hacer lo bueno, sino que Él es
el principio de todo aquello que es bueno, correcto y ordenado, «la voluntad no
se determina porque el intelecto le haya presentado el bien como objeto, sino
que esta por sí misma es libre, ella es la causa total de su propia volición;
este libre querer no es irracional»
2.
Elige a una criatura racional
La predestinación es
un tema muy amplio, por lo que se va a entender una “criatura” racional como
una “persona humana”. Duns Escoto toma el concepto de “persona” que elaboró
Ricardo de San Víctor que lo define como: «existencia incomunicable de
naturaleza racional»[2].
Los seres humanos somos existencias incomunicables en cuanto a que somos
irrepetibles, Dios no ha hecho a uno solo igual a otro, sino que en cada uno de
nosotros existen características que nos diferencian, que van desde esas
biológicas, hasta las psicológicas y sociales. Por otro lado, al crearnos a su
imagen y semejanza nos hizo racionales y con capacidad de amar y elegir
libremente lo que deseamos hacer, Dios desea que el hombre libremente decida
amarlo por toda su vida, por eso le da el libre albedrío.
Lo anterior posee una
importancia muy alta, porque hay corrientes de la predestinación que dejan la
libertad del hombre fuera de sus posibilidades, como si Dios al predestinarnos
a la gloria hace que hagamos cosas que nos llevan a eso, y si estuviéramos
predestinados al castigo eterno, entonces no podemos hacer otra cosa que
resignarnos a nuestro destino. Esto no es así en la Iglesia Católica, el libre
albedrío del hombre no se contrapone a su predestinación, Dios no juega con la
libertad del hombre, este es un principio básico de su amor, no existe amor
donde uno u otro no puede darse libremente, sino que está obligado.
3. Para la gracia y la gloria
La tesis escotista
explica que Dios libremente elige al ser humano para la gracia y la gloria,
esto es lo que San Pablo, en su bello himno a los Efesios explica (cf. Efesios
1, 3-12). Este himno, como lo explicó el Papa Benedicto XVI, describe «el gran
proyecto secreto que el Padre […] decidió actuar y revelar en “la plenitud de
los tiempos” en Jesucristo, su Hijo» (Benedicto XVI, 2005).
Dios,
desde la eternidad piensa en su encarnación, en su Madre, en la Iglesia, los ángeles, y el mundo entero
y se lo guarda para sí mismo, pensando en que tiene preparado para su creación
la gracia y la gloria, en esto consiste la predestinación: en el plan eterno de
Dios para que cada criatura que libremente elija amarlo sea parte y goce de su
gracia y gloria.
El himno paulino
«Bendito Dios [...] por cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia. En su amor nos había predestinado a ser hijos adoptivos suyos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad […] dándonos a conocer el misterio de su voluntad según el benévolo designio que se había formado de antemano referente a la economía de la plenitud de los tiempos: recapitular todas las cosas en Cristo».
La enseñanza de Pablo
es perfectamente compatible con la tesis escotista de la predestinación, en la
que Dios crea un plan desde la eternidad en la que nos hace partícipes a fin de
que seamos deificados por unión a Jesús el hombre-Dios que se encarnó para la
elevación a la gloria de nuestra naturaleza.
Dios nos predestina a
la salvación, pero no va contra nuestra voluntad, no nos predetermina, sino que
Dios desde la eternidad optó, por méritos del Verbo Encarnado, llevar al cielo
a todos aquellos que libremente decidieron amarle. La predestinación, tema tan
temido entre muchos católicos, debe ser más conocido para eliminar malas
concepciones provenientes de herejías, y entender que es el destino pre-pensado
por Dios para aquella criatura que Él ama y es receptor de su amor.
Referencias
Benedicto XVI. (6 de Julio de 2005).
Audiencia General.
Elías, G. S.
(2015). Potentia Dei y Liberum arbitrium desde la perspectiva de Duns Escoto. Franciscanum,
LVII(163), 197-214.
Merino Abad,
J. A. (1998). Cristología Escotista y Creación. Carthaginensia: Revista de
estudios e investigación, XIV(25), 101-116.
Merino, J. A., & Martinez, F. (2004). Manual de teología franciscana. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Santa Sede.
(2000). Catecismo de la Iglesia Católica: Nueva versión con las últimas
modificaciones para la edición española. Uruguay: Lumen.
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