María nunca pecó - Aquino & Escoto - Cuculmeca Apologética

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viernes, 1 de mayo de 2020

María nunca pecó - Aquino & Escoto


¿Fue la Virgen María libre de todo pecado actual?
Santo Tomás de Aquino [Sum Th IIIa,  q.27, c.4]
Beato Juan Duns Escoto [Oxon 3, d.3, q.1; Rep. ib.]
Objeciones por las que parece que, en virtud de la santificación en el seno materno, la Santísima Virgen no fue preservada de todo pecado actual.
Objeción 1. Porque, como acabamos de decir (a.3), después de la primera santificación permaneció en la Virgen el «fomes» del pecado. Pero el movimiento del «fomes», aun cuando se anticipe a la razón, es pecado venial, aunque levísimo, como dice Agustín en el libro De Trin.. Luego en la Santísima Virgen existió algún pecado venial.
Objeción 2. Comentando el pasaje de Lc 2,35: Una espada atravesará tu alma, dice Agustín, en el libro Quaest. Vet. et Nov. Test., que la Santísima Virgen, sacudida por un cierto estupor en la muerte del Señor, dudó. Ahora bien, dudar sobre la fe es pecado. Luego la Santísima Virgen no fue preservada inmune de todo pecado.
Objeción 3. El Crisóstomo, exponiendo las palabras de Mt 12,47: He aquí que tu madre y tus hermanos están fuera buscándote, comenta: Es claro que sólo por vanagloria hacían esto. Y a propósito del pasaje de Jn 2,3: No tienen vino, dice el mismo Crisóstomo que quería conquistar la gracia de los asistentes, y hacerse a sí misma más célebre por medio de su Hijo; y, tal vez era víctima de alguna flaqueza humana, como lo fueron los parientes de Jesús al decirle: Manifiéstate al mundo. Y, poco después, añade: Aún no tenía de él la opinión que debía. Todo eso consta que es pecado. Luego la Santísima Virgen no fue preservada inmune de todo pecado.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro De Natura et Gratia: Sobre Santa María Virgen, por el honor de Cristo, no quiero plantear absolutamente ninguna cuestión cuando se trata de pecados. Porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer al pecado por todos sus flancos, puesto que mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno.
Respondo: Aquellos sujetos elegidos por Dios para una misión son preparados y dispuestos por El de modo que sean idóneos para desempeñarla, conforme a lo que se lee en 2 Cor 3,6: Nos hizo ministros idóneos de la Nueva Alianza. Y la Virgen Santísima fue divinamente elegida para ser Madre de Dios. De ahí que no quepa dudar de que Dios, por medio de su gracia, la hizo idónea para tal misión, de acuerdo con lo que le dijo el ángel: Has hallado gracia delante de Dios: He aquí que concebirás, etc. (Le 1,30). Ahora bien, no hubiera sido idónea Madre de Dios en caso de que hubiera pecado alguna vez. Ya porque el honor de los padres redunda en los hijos, según palabras de Prov 17,6: Gloria de los hijos son sus padres. De donde también, por el contrario, la ignominia de la madre redundaría en el Hijo. Ya porque tuvo una afinidad singular con Cristo, que en ella se encarnó. Y en 2 Cor 6,15 se lee: ¿Qué concordia puede existir entre Cristo y Belial? Ya, finalmente, porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina (1 Cor 1,24), habitó en ella de una manera especial, y no sólo en su alma, sino también en su seno. En Sab 1,4 se dice: La sabiduría no entrará en alma que obra el mal, ni habitará en un cuerpo sometido al pecado.
Y, por tanto, es necesario decir de forma absoluta que la Santísima Virgen no cometió ningún pecado actual, ni mortal ni venial, para que, de este modo, se cumpla en ella lo que se lee en Cant 4,7: Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay mancha en ti, etc..
A las objeciones:
1. En la Santísima Virgen, después de su santificación en el seno materno, permaneció el «fomes», pero ligado; esto es, para que no prorrumpiese en acto alguno desordenado que se anticipase al acto de la razón. Y aunque la gracia de la santificación obrase con esa finalidad, no era suficiente para conseguirlo. De otro modo, por la virtud de esa gracia se le hubiera otorgado que no pudiera surgir en sus sentidos movimiento alguno que no estuviera prevenido por la razón, y esto equivaldría a no tener el «fomes», hipótesis que contradice lo que acabamos de decir (a.3). Por tanto, es necesario decir que el complemento para esa represión provino de la Providencia divina, que no permitía que brotase del «fomes» movimiento alguno desordenado.
2. Las palabras citadas de Simeón son interpretadas por Orígenes y otros Doctores como referidas al dolor que padeció la Santísima Virgen en la pasión de Cristo. Ambrosio, en cambio, dice que la espada alude a la prudencia de María, conocedora del misterio celestial. La palabra de Dios es viva y poderosa, y más aguda que una espada afilada.
Pero otros traducen la espada por duda; pero no duda de infidelidad, sino de admiración y de reflexión. Efectivamente, dice Basilio en la Epístola ad Optimum que la Santísima Virgen, situada junto a la cruz y contemplando todo lo que sucedía, después de la revelación de Gabriel, después del conocimiento inefable de la concepción divina, y tras una ingente manifestación de milagros, estaba interiormente indecisa, al ver, por una parte, que sufría ignominias y al considerar, por otra, sus obras maravillosas.
3. El Crisóstomo se propasó en las palabras citadas. Sin embargo pueden interpretarse entendiendo que el Señor cohibió en ella no el movimiento propio desordenado de vanagloria, sino el proveniente de lo que otros pudieran juzgar.
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Objeción 1.  La Santísima Virgen no consiguió, mediante una santificación de este tipo, no pecar nunca. Porque cualquiera que fuera la santificación de la Santísima Virgen, no fue puesta por ella más allá del estado de vida; pues ella era, antes de partir de esta vida, una viandante: pero [Oxon. 2 d.20 3 n.4] la voluntad de una criatura en el mundo es capaz de pecar y de ser desviada, por una conversión desmedida a las criaturas, lejos del fin; por eso la santificación de la Santísima Virgen no la hizo incapaz de pecar.
Objeción 2. Cristo era incapaz de pecar, no porque tuviera una plenitud de gracia, sino en cuanto su naturaleza humana estaba unida hipostáticamente al Verbo de Dios y gozaba de la Esencia divina; pero la Santísima Virgen era una criatura pura y no contemplaba la Esencia divina, ni gozaba del objeto beatífico; por tanto, su santificación no la hacía incapaz de pecar.
Objeción 3. Los bienaventurados no son incapaces de pecar, salvo en el sentido compuesto, es decir, no porque les falte el poder de pecar, sino porque, al anticipar Dios su voluntad de tal manera que siempre continúa su acto de gozar de él, sucede que su poder de pecar nunca se lleva a la acción; por tanto, si la incapacidad de pecar de los bienaventurados no es por la gracia santificante, mucho menos podría cualquier persona cualquiera, por cualquier santificación cualquiera, ser incapaz de pecar.
Al contrario, [Oxon. 3 d.18 n. 13] Cristo mereció que su Santísima Madre no contrajera el pecado original, ya que la gracia le fue conferida en el mismo momento en que se le habría infundido el pecado; pero de ahí se dedujo que ella nunca pecó realmente; porque el hecho de que los hombres puedan caer en el pecado es por el pecado original y su desorden; por lo tanto, por medio de una santificación de ese tipo, que fue ciertamente la más singular, la Santísima Virgen obtuvo no pecar nunca.
Respondo: que hay que decir que la Santísima Virgen obtuvo de la gracia santificante en el momento de su concepción que nunca pecara.  Lo cual, en efecto, [Rep. 3 d.3 q.1 n.1] Agustín expresó más claramente (De Natura et Gratia, ch.36) al decir: "Exceptuando, pues, a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el honor debido a nuestro Señor, cuando se trata de pecados, no quiero mover absolutamente ninguna cuestión (porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno)". Por lo tanto, que la Santísima Virgen venció el pecado en todas sus partes debe atribuirse a su santificación, que fue tan grande que no admitió ningún pecado. -- A continuación, [Oxon. 2 d.23 n.7] que la naturaleza humana, siendo de por sí defecable, no debe pecar es de la gracia. En esta suposición argumento lo siguiente: Cristo no sería la causa meritoria más perfecta y el mediador más perfecto si no hubiera merecido que se diera a alguna persona, es decir, a su madre, toda la gracia posible y conveniente para existir en una criatura pura; pero en verdad era una causa tan meritoria; pues [Oxon. 3 d.13 q.4 n.9] que debemos atribuir toda la excelencia a Cristo Señor; por eso mereció que Dios le diera tanta gracia como correspondía a una criatura pura, y de ahí que esa gracia se le diera, de hecho, a su Madre, que estaba antes que todas las criaturas más unidas a él, ya que asumió la carne de su carne: pero si en algún momento hubiera pecado, no se le hubiera dado en ningún caso esa plenitud de gracia que podría, sin incongruencia, existir en una criatura pura, porque se podría concebir otra gracia mayor, que haría que la persona santificada por ella admitiera y no cometiera ningún pecado; la gracia, por tanto, que se confirió a la Santísima Virgen fue de tal clase y tan grande que evitó el pecado original y excluyó por completo todo pecado actual. -- Finalmente, [Oxon. 3 d.19 n.6] Cristo, por su pasión, reconcilió al género humano, culpable del pecado de su primer progenitor, con la Trinidad aceptando esa pasión; pero no reconcilió a los demás más perfectamente que a su Madre, ni fue su más perfecto Reparador, porque permitió que todos nacieran como hijos de la ira, y no impidió los pecados actuales de muchos de ellos; por lo tanto [Oxon. 3 d.3 q.1 nn.4 a 7] debería haber tenido el acto del más perfecto Reconciliador hacia su Madre; de ella, por consiguiente, debería haber evitado todas las penas que impiden la más perfecta reconciliación: pero si le hubiera permitido en algún momento caer en algún pecado, por mínimo que fuera, no la habría liberado de todas las penas y males; por lo tanto no la habría reconciliado de la manera más perfecta con la Trinidad; pues el pecado es una pena mayor para la naturaleza intelectual que cualquier otra pena, aunque no sea un pecado, en absoluto; y en consecuencia la Santísima Virgen, como Madre de Cristo, debería haber obtenido de su santificación que nunca cayera en ningún pecado.
Responda a la objeción 1.  Reconozco que la Santísima Virgen existió como viandante antes de su muerte, como los demás hombres, y reconozco también que tenía una voluntad que era de naturaleza propia defecable y capaz de pecar; no obstante, ella era incapaz de pecar, [Oxon. 2 d.23 n.7] y de hecho nunca pecó, por el don de Dios santificando a la Madre del Unigénito del Padre con una santificación tal que cualquier pecado era incompatible con ella.
Respuesta a la objeción 2.  Respondo que no hay repugnancia en Cristo por el hecho de haber sido incapaz de pecar por varias causas, cuando cualquiera de estas causas le habría hecho abundantemente tal.  Era, pues, incapaz de pecar, como bienaventurado, e igualmente porque estaba lleno de gracia y de verdad, y tal vez también obtuvo esa dignidad de otros títulos.  Pero la Santísima Virgen, su Madre, nunca pecó por tener una gracia y una santificación y una rectitud tan grande que por ningún motivo podía irrumpir en esa mente tan sincera suya ninguna oblicuidad, ni penetrar el engaño del enemigo.
Respuesta a la objeción 3.  Digo [Oxon. 4 d.49 q.6 n.11ss.] que si los bienaventurados son incapaces de pecar por esta razón, que Dios no les permite interrumpir su acto de gozar de él, entonces por paridad no permitirá que aquellos a quienes hace incapaces de pecar como caminantes, obtengan ningún acto injusto, sino que les hará actuar siempre de acuerdo con la inclinación de la caridad, por la cual los persigue con un amor singular.  Y por eso toda incapacidad de pecar es habitualmente y en primer acto de la gracia santificante, y por eso se dice que la Santísima Virgen obtuvo su incapacidad de pecar de su excelsa santificación.

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