¿Fue la Virgen María libre de todo
pecado actual?
|
|
Santo Tomás de Aquino [Sum Th IIIa, q.27, c.4]
|
Beato Juan Duns Escoto [Oxon
3, d.3, q.1; Rep. ib.]
|
Objeciones por las que parece que, en virtud de
la santificación en el seno materno, la Santísima Virgen no fue preservada de
todo pecado actual.
Objeción 1. Porque, como acabamos de decir
(a.3), después de la primera santificación permaneció en la Virgen el «fomes»
del pecado. Pero el movimiento del «fomes», aun cuando se anticipe a la
razón, es pecado venial, aunque levísimo, como dice Agustín en el libro De Trin..
Luego en la Santísima Virgen existió algún pecado venial.
Objeción 2. Comentando el pasaje de Lc 2,35: Una espada atravesará tu alma, dice Agustín, en
el libro Quaest. Vet. et
Nov. Test., que la Santísima Virgen, sacudida por un cierto estupor en la
muerte del Señor, dudó. Ahora bien, dudar sobre la fe es pecado. Luego la
Santísima Virgen no fue preservada inmune de todo pecado.
Objeción 3. El Crisóstomo, exponiendo las
palabras de Mt 12,47: He aquí que tu madre y tus hermanos están fuera
buscándote, comenta: Es claro que sólo por vanagloria hacían esto. Y a
propósito del pasaje de Jn 2,3: No tienen vino,
dice el mismo Crisóstomo que quería conquistar la gracia de los asistentes, y
hacerse a sí misma más célebre por medio de su Hijo; y, tal vez era víctima
de alguna flaqueza humana, como lo fueron los parientes de Jesús al decirle:
Manifiéstate al mundo. Y, poco después, añade: Aún no tenía de él la opinión
que debía. Todo eso consta que es pecado. Luego la Santísima Virgen no fue
preservada inmune de todo pecado.
Contra esto: está lo que dice Agustín en
el libro De Natura et Gratia: Sobre Santa María Virgen, por el honor de
Cristo, no quiero plantear absolutamente ninguna cuestión cuando se trata de
pecados. Porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer al
pecado por todos sus flancos, puesto que mereció concebir y dar a luz al que
nos consta que no tuvo pecado alguno.
Respondo: Aquellos sujetos elegidos por
Dios para una misión son preparados y dispuestos por El de modo que sean idóneos
para desempeñarla, conforme a lo que se lee en 2 Cor
3,6: Nos hizo ministros idóneos de la Nueva Alianza. Y la Virgen Santísima
fue divinamente elegida para ser Madre de Dios. De ahí que no quepa dudar de
que Dios, por medio de su gracia, la hizo idónea para tal misión, de acuerdo
con lo que le dijo el ángel: Has hallado gracia delante de Dios: He aquí que
concebirás, etc. (Le 1,30). Ahora bien, no hubiera sido idónea Madre de Dios
en caso de que hubiera pecado alguna vez. Ya porque el honor de los padres
redunda en los hijos, según palabras de Prov 17,6:
Gloria de los hijos son sus padres. De donde también, por el contrario, la
ignominia de la madre redundaría en el Hijo. Ya porque tuvo una afinidad
singular con Cristo, que en ella se encarnó. Y en 2 Cor
6,15 se lee: ¿Qué concordia puede existir entre Cristo y Belial?
Ya, finalmente, porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina (1 Cor 1,24), habitó en ella de una manera especial, y no
sólo en su alma, sino también en su seno. En Sab
1,4 se dice: La sabiduría no entrará en alma que obra el mal, ni habitará en
un cuerpo sometido al pecado.
Y, por tanto, es necesario decir de forma
absoluta que la Santísima Virgen no cometió ningún pecado actual, ni mortal
ni venial, para que, de este modo, se cumpla en ella lo que se lee en Cant 4,7: Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay mancha
en ti, etc..
A las objeciones:
1. En la Santísima Virgen, después de su
santificación en el seno materno, permaneció el «fomes», pero ligado; esto
es, para que no prorrumpiese en acto alguno desordenado que se anticipase al
acto de la razón. Y aunque la gracia de la santificación obrase con esa
finalidad, no era suficiente para conseguirlo. De otro modo, por la virtud de
esa gracia se le hubiera otorgado que no pudiera surgir en sus sentidos
movimiento alguno que no estuviera prevenido por la razón, y esto equivaldría
a no tener el «fomes», hipótesis que contradice lo que acabamos de decir
(a.3). Por tanto, es necesario decir que el complemento para esa represión
provino de la Providencia divina, que no permitía que brotase del «fomes»
movimiento alguno desordenado.
2. Las palabras citadas de Simeón son
interpretadas por Orígenes y otros Doctores como referidas al dolor que
padeció la Santísima Virgen en la pasión de Cristo. Ambrosio, en cambio, dice
que la espada alude a la prudencia de María, conocedora del misterio
celestial. La palabra de Dios es viva y poderosa, y más aguda que una espada
afilada.
Pero otros traducen la espada por duda; pero no
duda de infidelidad, sino de admiración y de reflexión. Efectivamente, dice
Basilio en la Epístola ad Optimum que la Santísima
Virgen, situada junto a la cruz y contemplando todo lo que sucedía, después
de la revelación de Gabriel, después del conocimiento inefable de la
concepción divina, y tras una ingente manifestación de milagros, estaba
interiormente indecisa, al ver, por una parte, que sufría ignominias y al
considerar, por otra, sus obras maravillosas.
3. El Crisóstomo se propasó en las
palabras citadas. Sin embargo pueden interpretarse entendiendo que el Señor
cohibió en ella no el movimiento propio desordenado de vanagloria, sino el
proveniente de lo que otros pudieran juzgar.
<![if !vml]><![endif]>
|
Objeción 1. La
Santísima Virgen no consiguió, mediante una santificación de este tipo, no
pecar nunca. Porque cualquiera que fuera la santificación de la Santísima
Virgen, no fue puesta por ella más allá del estado de vida; pues ella era,
antes de partir de esta vida, una viandante: pero [Oxon.
2 d.20 3 n.4] la voluntad de una criatura en el mundo es capaz de pecar y de
ser desviada, por una conversión desmedida a las criaturas, lejos del fin;
por eso la santificación de la Santísima Virgen no la hizo incapaz de pecar.
Objeción 2. Cristo era incapaz de pecar, no porque tuviera una
plenitud de gracia, sino en cuanto su naturaleza humana estaba unida
hipostáticamente al Verbo de Dios y gozaba de la Esencia divina; pero la
Santísima Virgen era una criatura pura y no contemplaba la Esencia divina, ni
gozaba del objeto beatífico; por tanto, su santificación no la hacía incapaz
de pecar.
Objeción 3. Los bienaventurados no son incapaces de pecar,
salvo en el sentido compuesto, es decir, no porque les falte el poder de
pecar, sino porque, al anticipar Dios su voluntad de tal manera que siempre
continúa su acto de gozar de él, sucede que su poder de pecar nunca se lleva
a la acción; por tanto, si la incapacidad de pecar de los bienaventurados no
es por la gracia santificante, mucho menos podría cualquier persona
cualquiera, por cualquier santificación cualquiera, ser incapaz de pecar.
Al contrario, [Oxon. 3 d.18 n. 13]
Cristo mereció que su Santísima Madre no contrajera el pecado original, ya
que la gracia le fue conferida en el mismo momento en que se le habría
infundido el pecado; pero de ahí se dedujo que ella nunca pecó realmente;
porque el hecho de que los hombres puedan caer en el pecado es por el pecado
original y su desorden; por lo tanto, por medio de una santificación de ese
tipo, que fue ciertamente la más singular, la Santísima Virgen obtuvo no
pecar nunca.
Respondo: que hay que decir que la Santísima Virgen obtuvo de
la gracia santificante en el momento de su concepción que nunca pecara. Lo cual, en efecto, [Rep. 3 d.3 q.1 n.1] Agustín
expresó más claramente (De Natura et Gratia, ch.36) al decir:
"Exceptuando, pues, a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el
honor debido a nuestro Señor, cuando se trata de pecados, no quiero mover
absolutamente ninguna cuestión (porque sabemos que a ella le fue conferida
más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir
y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno)". Por lo tanto,
que la Santísima Virgen venció el pecado en todas sus partes debe atribuirse
a su santificación, que fue tan grande que no admitió ningún pecado. -- A
continuación, [Oxon. 2 d.23 n.7] que la naturaleza
humana, siendo de por sí defecable, no debe pecar
es de la gracia. En esta suposición argumento lo siguiente: Cristo no sería la
causa meritoria más perfecta y el mediador más perfecto si no hubiera
merecido que se diera a alguna persona, es decir, a su madre, toda la gracia
posible y conveniente para existir en una criatura pura; pero en verdad era
una causa tan meritoria; pues [Oxon. 3 d.13 q.4
n.9] que debemos atribuir toda la excelencia a Cristo Señor; por eso mereció
que Dios le diera tanta gracia como correspondía a una criatura pura, y de
ahí que esa gracia se le diera, de hecho, a su Madre, que estaba antes que
todas las criaturas más unidas a él, ya que asumió la carne de su carne: pero
si en algún momento hubiera pecado, no se le hubiera dado en ningún caso esa
plenitud de gracia que podría, sin incongruencia, existir en una criatura
pura, porque se podría concebir otra gracia mayor, que haría que la persona
santificada por ella admitiera y no cometiera ningún pecado; la gracia, por
tanto, que se confirió a la Santísima Virgen fue de tal clase y tan grande
que evitó el pecado original y excluyó por completo todo pecado actual. --
Finalmente, [Oxon. 3 d.19 n.6] Cristo, por su
pasión, reconcilió al género humano, culpable del pecado de su primer
progenitor, con la Trinidad aceptando esa pasión; pero no reconcilió a los
demás más perfectamente que a su Madre, ni fue su más perfecto Reparador,
porque permitió que todos nacieran como hijos de la ira, y no impidió los
pecados actuales de muchos de ellos; por lo tanto [Oxon.
3 d.3 q.1 nn.4 a 7] debería haber tenido el acto del más perfecto
Reconciliador hacia su Madre; de ella, por consiguiente, debería haber
evitado todas las penas que impiden la más perfecta reconciliación: pero si
le hubiera permitido en algún momento caer en algún pecado, por mínimo que
fuera, no la habría liberado de todas las penas y males; por lo tanto no la habría
reconciliado de la manera más perfecta con la Trinidad; pues el pecado es una
pena mayor para la naturaleza intelectual que cualquier otra pena, aunque no
sea un pecado, en absoluto; y en consecuencia la Santísima Virgen, como Madre
de Cristo, debería haber obtenido de su santificación que nunca cayera en
ningún pecado.
Responda a la objeción 1.
Reconozco que la Santísima Virgen existió como viandante antes de su
muerte, como los demás hombres, y reconozco también que tenía una voluntad
que era de naturaleza propia defecable y capaz de
pecar; no obstante, ella era incapaz de pecar, [Oxon.
2 d.23 n.7] y de hecho nunca pecó, por el don de Dios santificando a la Madre
del Unigénito del Padre con una santificación tal que cualquier pecado era
incompatible con ella.
|
Respuesta a la objeción 2.
Respondo que no hay repugnancia en Cristo por el hecho de haber sido
incapaz de pecar por varias causas, cuando cualquiera de estas causas le
habría hecho abundantemente tal. Era,
pues, incapaz de pecar, como bienaventurado, e igualmente porque estaba lleno
de gracia y de verdad, y tal vez también obtuvo esa dignidad de otros
títulos. Pero la Santísima Virgen, su
Madre, nunca pecó por tener una gracia y una santificación y una rectitud tan
grande que por ningún motivo podía irrumpir en esa mente tan sincera suya
ninguna oblicuidad, ni penetrar el engaño del enemigo.
Respuesta a la objeción 3. Digo [Oxon. 4
d.49 q.6 n.11ss.] que si los bienaventurados son incapaces de pecar por esta
razón, que Dios no les permite interrumpir su acto de gozar de él, entonces
por paridad no permitirá que aquellos a quienes hace incapaces de pecar como
caminantes, obtengan ningún acto injusto, sino que les hará actuar siempre de
acuerdo con la inclinación de la caridad, por la cual los persigue con un
amor singular. Y por eso toda
incapacidad de pecar es habitualmente y en primer acto de la gracia
santificante, y por eso se dice que la Santísima Virgen obtuvo su incapacidad
de pecar de su excelsa santificación.
|
Usamos cookies propias y de terceros que entre otras cosas recogen datos sobre sus hábitos de navegación para mostrarle publicidad personalizada y realizar análisis de uso de nuestro sitio.
Si continúa navegando consideramos que acepta su uso. OK Más información | Y más
Si continúa navegando consideramos que acepta su uso. OK Más información | Y más
viernes, 1 de mayo de 2020
María nunca pecó - Aquino & Escoto
Tags
# Aquino & Escoto
# Filosofía
# Franciscano
# Mariología
Mariología
Etiquetas:
Aquino & Escoto,
Filosofía,
Franciscano,
Mariología
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario