Escoto trabaja la prueba de la existencia de Dios, como ser infinitamente perfecto y único, en su Tratado sobre el Primer Principio[1]. Es un trabajo muy complejo pero que contiene mucho de lo que, según la agudeza del autor, se puede saber racionalmente acerca de Dios; y además puede considerarse, como afirma el padre Bonansea, como una de las más grandes conquistas de la mente humana. Aquí se han considerado los argumentos teísticos planteados por Aristóteles, San Anselmo y Santo Tomás.
La prueba de la existencia de Dios en Escoto, consiste en un único y amplio razonamiento metafísico. Y para entenderlo hay que conocer sus razones epistemológicas.
El primer acercamiento de Escoto a Dios es mediante su teoría sobre el objeto propio del intelecto humano y sobre el ser como objeto de la metafísica.
Ahora bien, Escoto dice que si nuestra mente sólo pudiera conocer los objetos sensibles de la experiencia, sería inútil demostrar la existencia de un ser que por su naturaleza trasciende toda evidencia empírica. E incluso una discusión sobre esto no tendría sentido, puesto que estaría demás hablar de algo de lo que jamás llegaríamos a tener evidencia categórica. Pero Escoto nos muestra, la capacidad que el hombre tiene de conocer a Dios a la luz de la razón.
Después de eso, Escoto se pregunta "Si Dios es el primer objeto natural que es adecuado al intelecto del hombre en su estado presente". Pues cualquier cosa que el intelecto conozca debe entrar en el ámbito de su objeto natural y adecuado, ya que hacia él está directamente dirigido el intelecto.
Pero hay que tener en cuenta que Escoto dice que hay un doble modo de ser adecuado. Según su virtualidad y según su predicación. Desde la virtualidad el objeto es adecuado a su potencia cuando por sí solo está en condiciones de mover al intelecto hacia el conocimiento de sí mismo. Y desde su predicación el objeto es adecuado cuando puede ser predicado per se.
Ante esto, Escoto se enfrenta a la tradición Aristotélico-Tomista según la cual el objeto propio del intelecto humano es la quididad[2] de las cosas materiales. El objeto propio es sólo la esencia extraída de la materia. Pero Escoto no puede aceptar ese modo de pensar, ya que si así fuera se estaría negando la posibilidad de que el alma pueda gozar de la visión de Dios en una vida futura sin cambiar la naturaleza misma del intelecto.
Para Escoto el intelecto puede trascender las cosas materiales y conocer el ser en general, que es el objeto de la metafísica. De ese modo el objeto propio no es sólo la quididad de las cosas sensibles.
Pero Dios no es el objeto primario del intelecto humano desde su identidad significativa ni desde su virtualidad. No desde su identidad significativa porque el concepto de Dios no es predicado de todos los objetos cognoscibles. Tampoco de su virtualidad porque en esta vida no podemos tener un conocimiento directo de Dios.
Asimismo, Dios no está ordenado per se a nuestro intelecto, salvo respecto del conocimiento general del ser, que por su naturaleza comprende toda la realidad y no sólo el ser de Dios.
Por tanto, si ni la quididad sensible de las cosas materiales, ni Dios es el objeto propio del intelecto humano entonces o debemos decir que el objeto o no existe o debemos encontrarlo en otra parte. Entonces si tales respuestas no satisfacen a la inteligencia humana Escoto propone su tesis: el objeto propio y adecuado del intelecto humano es el ser, como el objeto propio de la vista es el color. Y aunque el color tiene varios matices no representan éstos el color como tal, sino un tipo de color. Un discurso semejante vale para el ser. El concepto de ser está incluido "quiditativamente" en todas las cosas.
El ser, entonces, es el objeto primario del intelecto humano y puede ser predicado de todas las cosas inteligibles, comprendido Dios. Sólo de ese modo es como nosotros podemos tener un conocimiento verdadero y quiditativo de Dios. En esta vida se puede conocer, partiendo de conceptos unívocos[3], a Dios y a las criaturas; y no sólo mediante conceptos análogos como afirma la doctrina de Santo Tomás. El concepto unívoco contiene una unidad de notas de contenido, perfecta, que si se afirmara o se negara al mismo tiempo respecto a una misma cosa implicaría contradicción. Así, por ejemplo, sería imposible que algo fuera y no fuera al mismo tiempo. Además, nuestra inteligencia puede dudar si Dios es infinito o finito, pero no que es un ente. Entonces, desde esta postura, podemos tener solo una forma de conocer a Dios quiditativamente: mediante conceptos unívocos.
Pero hay que tener en cuenta que Escoto no identifica a Dios con las criaturas. Ello sería caer en un panteísmo. Pues aunque el concepto de Dios y de las criaturas es unívoco o el mismo, eso no implica que Dios se identifique con las criaturas, sino más bien, la realidad de Dios y de las criaturas es diversa. Su modo de ser es distinto. No es que Escoto esté en contra de la doctrina de la analogía, antes bien, su doctrina de la univocidad la ayuda a resaltar la trascendentalidad y la identidad del ser.
En consecuencia, el ser y no la quididad sensible es el objeto propio de nuestro intelecto. El objeto propio del intelecto humano es el ser abstraído de la quididad sensible. Es el ente en cuanto ente, el que puede ser predicado unívocamente tanto a Dios como a las criaturas. En ese sentido el hombre en esta vida puede tener un conocimiento quiditativo de Dios.
→ Ahora bien, una vez que Escoto ha llegado a la conclusión de cuál es el objeto propio del intelecto humano, da un siguiente paso: demostrar la existencia de Dios como ser infinito. Para esto parte desde el hecho de que hay atributos en Dios que son más fundamentales que otros. Y para eso prefiere escoger la infinitud como atributo fundamental que caracteriza mejor a Dios, puesto que es la raíz de las otras perfecciones divinas: como el ser incluye en sí mismo el bien y la verdad, así un ser infinito incluye la verdad infinita y el bien infinito y todas las perfecciones simples. Lo infinito contiene en sí y en razón de su identidad todas las perfecciones simples. Y la esencia metafísica de Dios es para Escoto la infinitud radical. La infinitud es como la raíz de la cual brotan todas las perfecciones divinas, incluidas la aseidad[4] y la perseidad[5].
Partiendo de eso, Escoto se pregunta "si entre los seres existe alguna cosa que sea realmente infinita", y también si la proposición "un ser infinito existe" o "Dios existe" sea evidente por sí misma. Si la respuesta es afirmativa, la búsqueda de la prueba de la existencia de Dios ya no es necesaria, ya que lo que es evidente por sí mismo no necesita demostración, sino sólo mirar las razones de su evidencia. Pero si la respuesta es no, entonces se debe proceder a la prueba.
Ahora bien, como dicha proposición no es evidente por sí misma, Escoto procede con su razonamiento. Para esto se apoya en el argumento ontológico[6]. Como no ve contradicción alguna en el concepto concebible al máximo grado posible, entonces afirma la posibilidad de que tal ser exista realmente.
Hemos dicho que Escoto se pregunta "si entre los seres existe alguna cosa que sea realmente infinita". Ése es su punto de partida. Luego hace la distinción de que un ser infinito incluye dos clases de propiedades: relativas y absolutas. Relativas porque se refieren a las criaturas y son fáciles de demostrar, y absolutas porque no tienen un vínculo directo con las criaturas y pueden demostrarse sólo mediante un proceso de reflexión. Empezaremos la prueba partiendo desde sus propiedades relativas.
→ Escoto procede a probar la existencia de una primera causa eficiente[7]. Para eso parte del hecho de que algún ser es producible[8]. La lógica es la siguiente: si algo es producible, entonces es posible; pero aquí surgen tres interrogantes: ¿es posible por sí mismo? ¿Es posible por la nada? O ¿Es posible por otro ser? Por sí mismo no podría ser posible porque eso implicaría existir antes que él mismo, lo cual no es concebible. Por la nada tampoco sería posible porque de la nada no sale nada y nadie da de lo que no tiene. Entonces la única alternativa es que sea producido por otro ser.
El punto de partida de Escoto no es como el de Santo Tomás, desde eventos contingentes[9], sino desde una metafísica; puesto que un ser metafísico se debe probar con pruebas metafísicas y no con pruebas contingentes. Para eso Escoto parte de la posibilidad de un tal ser, ya que el movimiento y el cambio son eventos contingentes. Pero la posibilidad de tales eventos es una verdad metafísica y necesaria. Ahora bien, ¿estos eventos contingentes, son posibles por sí mismos? La respuesta es negativa. Entonces, Escoto dice que lo contingente requiere de lo necesario para su explicación posible. Además, la posibilidad de la existencia no es simple construcción mental, sino que tiene su base en la realidad.
En ese sentido, un ser productible puede ser producido sólo por otro ser ya que no puede ni venir de la nada ni ser efecto de sí mismo. Pero esto sólo se explica si aceptamos que hay un ser absolutamente primero, que no ha sido producido por otro y que tampoco depende de otro para producir. Porque si no lo acepamos así, entonces estaríamos aceptando una serie infinita de causas y efectos, lo cual es inadmisible. En consecuencia, la razón nos obliga aceptar la existencia de un primer ser. No puede haber un círculo de causas porque eso implicaría que haya causas y efectos al mismo tiempo y eso, a su vez, contradicción. Pues o es causa o es efecto, pero no causa y efecto al mismo tiempo. Además si la serie de causas es infinita, entonces ya no hay Dios.
Ahora bien, Escoto dice que la naturaleza de un primer ser productivo, en primer lugar excluye la posibilidad de que tal ser reciba la existencia de otro ser; y en segundo lugar, que tal ser es posible; por tanto, un primer ser productivo puede existir por sí mismo. Además, "lo que no existe pos sí mismo, no puede existir por sí mismo" (vale la ilación del ser al poder ser) y si el primer ser productivo no existiera por sí mismo, no podría existir de hecho, a no ser que surgiera de la nada; pero de la nada no sale nada. Y un ser sería posible, pero incapaz de existir. En consecuencia, si la primera causa eficiente puede existir por sí misma, entonces existe verdaderamente por sí misma.
→ Pero así como hay un primer ser en la causalidad eficiente, hay también un primer ser en el orden de la causalidad final[10], pues todas las cosas actúan por un fin; pero debe haber un fin último que dé sentido a los demás fines y que se encuentre fuera de la serie de éstos. Este fin no puede estar ordenado a ningún otro, ni ejercer su finalidad en virtud de una cosa fuera de sí mismo. Además, si algo es producible, algo debe estar dirigido a un fin, porque la producción es posible sólo en vistas a un fin. Además Aristóteles afirmó ya, que todo agente actúa por un fin. Pero es imposible que haya una serie de fines que no estén referidas a un fin último. En consecuencia, una causa final o un primer ser en el orden de la finalidad es posible.
→ Así como es posible la existencia de la primera causa eficiente y de la primera o última causa final, así también es posible la existencia de un ser sumamente perfecto. Pero la diferencia de este argumento es que toca la esencia misma del ser, ya que al ser sumamente perfecto, no admite perfección alguna ulterior y tampoco puede ser causado ni ordenado a un fin que no sea él mismo. Si esta naturaleza sumamente perfecta fuera causada por otro, sería dependiente de otro y por tanto imperfecta. En consecuencia, una causa supremamente perfecta es posible por sí misma, incausable, y por tanto, existe por sí misma.
→ Después de eso, Escoto hace ver la interrelación existente en esos tres primados (causa eficiente, causa final y la naturaleza supremamente perfecta). En ese sentido, la primera causa eficiente es también el fin último, puesto que el fin último es proporcionado a la causa. Pero aparte de eso, es también la naturaleza más perfecta, puesto que no es posible por otra causa sino por ella misma y su fin es ella misma. Por tanto, esa primera causa eficiente, es la más noble de todas las causas y es la causa eminente en sumo grado.
→ Pero ese triple primado, Escoto dice que pertenece a una misma naturaleza. Para eso desarrolla tres argumentos:
El primero deriva directamente de la propiedad de la existencia necesaria que caracteriza a la primera causa eficiente. De ese modo ve que la existencia de dos naturalezas necesariamente existentes es imposible, pues si hubiese dos naturalezas necesarias una se distinguiría de la otra en virtud de su propia individualidad. Además si eso sucediera hubiera un conflicto entre ambas, puesto que una de ellas pretendería asumir el poder sobre la otra. Pero ningún ser podría destruir a la primera causa eficiente, puesto que ésta es sumamente perfecta y ya no se le puede quitar o dar perfección. En consecuencia, la existencia de dos seres necesarios es imposible.
El segundo argumento a favor de la unicidad se basa en la naturaleza de la última causa final que puede ser sólo una. Pues si hubiera dos fines últimos habría también dos grupos de seres que tienen a su propio fin. Eso implicaría que existiría más de un universo, lo cual es inadmisible.
Y el tercer argumento se funda en la posibilidad de que existan en el universo dos naturalezas sumamente perfectas. Pero eso es imposible, puesto que, como ya ha demostrado anteriormente, sólo existe una primera causa eficiente y al ser la única primera es sumamente perfecta y ya no puede adquirir ni perder perfección. En consecuencia, todas las cosas dependen esencialmente de la primera causa eficiente, que a su vez es también su fin último y la naturaleza más perfecta. Es imposible la existencia de dos o más naturalezas perfectas.
→ Hasta aquí hemos visto la prueba de la existencia planteada por Escoto pero sólo desde las propiedades relativas de que hablábamos al comienzo y que según el padre Bonansea son fáciles de demostrar. Ahora nos adentraremos a las propiedades absolutas de Dios. La primera propiedad con la que Escoto identifica a Dios es la infinitud. Pero antes de demostrar su existencia plantea cuatro tesis:
La primera afirma que el agente primario está dotado de inteligencia y voluntad, y obra siempre por un fin, libremente; además la acción de un agente es posible sólo en vista a un fin o un objetivo que se debe conseguir. Pero además de eso el primer agente es inteligente y volente al mismo tiempo, puesto que el amor presupone el conocimiento.
La segunda se funda en la afirmación de que el conocimiento y la volición de sí mismo se identifican con la esencia misma del primer ser. Además, el amor con el que la primera causa eficiente ama el último fin es necesario, como es necesaria la naturaleza con la cual se identifica.
La tercera afirma que el conocimiento y la volición de otras cosas por parte del primer ser también deben identificarse con su esencia. Además la causa primera no admite alguna otra causa de conocimiento y volición fuera de sí misma, porque todo debe proceder de ella.
Y la cuarta afirma que un tal ser tiene desde toda la eternidad un conocimiento actual, distinto y necesario de todas las cosas inteligibles. En ese sentido el conocimiento del primer ser es naturalmente anterior a la existencia de las cosas conocidas.
Ahora bien, Escoto dice que se puede demostrar la infinitud del primer ser de cuatro modos: a) por el poder infinito del primer ser, b) por el conocimiento infinito del primer ser, c) por la bondad infinita del primer ser y c) por su infinita perfección. Como vemos, para Escoto es la infinitud lo que mejor representa a Dios en su naturaleza única y trascendente. Además el ser infinito supera a cualquier ser finito. Después de eso, procede a su demostración de la infinitud del primer ser.
La primera prueba parte de la causalidad eficiente. Pues, si el primer ser ha causado un movimiento infinito, entonces existe un poder infinito. El primer ser es autoexistente y totalmente independiente en su causalidad. En consecuencia, existe un poder infinito.
La segunda prueba parte del conocimiento del primer ser. Así como no hay límite para el número de las cosas factibles, de la misma manera no hay límite para el número de las cosas cognoscibles. Además, todas las cosas inteligibles deben ser conocidas en acto y simultáneamente por un intelecto omnisciente. En consecuencia, este intelecto es infinito y éste es el intelecto del primer ser.
La tercera prueba parte de la finalidad del primer ser. Esta prueba se deduce del deseo natural que nuestra voluntad tiene de un bien infinito como un fin último. Pues nuestra voluntad como nuestro intelecto no puede ser satisfecha completamente por la posesión de un objeto limitado por muy bueno que éste sea. En consecuencia, un bien infinito no sólo es posible sino que es también el objeto único capaz de satisfacer completamente las aspiraciones del hombre.
Y la cuarta prueba parte de la eminencia del primer ser. Pues la naturaleza de un tal ser requiere que él sea supremo bajo todo punto de vista; de tal manera que ningún otro ser pueda ser superado en perfección. Además, la infinitud no es incompatible con el concepto del ser. En consecuencia, si es posible un ser infinito, entonces es más grande que cualquier ser finito que podamos concebir; además, si es posible un ser absolutamente perfecto, entonces es infinito.
→Escoto dice que la segunda propiedad absoluta que corresponde a Dios, es la unicidad. Según esta teoría Dios es uno y único. Esto no elimina la idea del triple primado, sino más bien ayuda a colorear la prueba de la existencia de Dios como ser infinitamente perfecto y único. Para eso Escoto prueba la unicidad de Dios desde siete argumentos:
El primero está basado en la naturaleza del intelecto infinito. Este intelecto debe conocer independientemente todo lo que es conocible, pero del modo más perfecto. Así, es imposible que haya dos dioses cada uno con un conocimiento perfectísimo. Pues si eso sucediera uno no podría conocer al otro en su modo más perfecto posible, ya que nada puede ser conocido mejor que su propia esencia. En consecuencia, no se puede concebir la idea de que existan dos dioses o dos intelectos infinitos. Un intelecto infinito puede tener un solo objeto adecuado y perfecto que agote la inteligibilidad de tal modo que haga del todo inconcebible la existencia y la cognoscibilidad de otro Dios.
El segundo argumento se deduce de la voluntad infinita. Pues así como hay un solo objeto infinito del intelecto divino, así mismo puede existir un solo objeto infinito de la voluntad divina que satisface el deseo de la voluntad divina, de la alegría y la felicidad eternas. En ese sentido, la hipótesis de otro Dios es insostenible.
El tercer argumento es deducido del bien infinito. Pues como ya se ha comprobado anteriormente, la voluntad tiende siempre a buscar y amar un bien más grande. En consecuencia, es inadmisible la existencia de muchos bienes infinitos, pues la mayor bondad contiene un bien infinito.
El cuarto argumento es deducido de la potencia infinita. Pues es imposible concebir dos causas responsables cada una de ellas en el mismo efecto y en el mismo orden de causalidad. Pues una potencia infinita es la causa total y primaria de todos los seres existentes contingentes. En consecuencia, ninguna otra causa puede ser la causa total o primaria de cualquier otro ser. O también se puede decir, que ninguna otra causa puede estar dotada de poder infinito.
El quinto argumento parte de la noción de la infinita perfección. Pues el hecho se ser infinito hace imposible toda ulterior perfección, no sólo en el mismo ser infinito, sino en cualquier otro. Además, si los dos seres compartieran la misma perfección, ninguno sería absolutamente infinito. En consecuencia, es posible solo una infinita perfección.
El sexto argumento es deducido: parte de la noción de la existencia necesaria. Escoto dice que es inconcebible una infinitud de seres necesarios, puesto que, si eso sucediera surgiría un problema; que no es sólo único sino también incomprensible. Si hubiera más seres necesarios, éstos deberían existir en acto; si no fuera así no serían necesarios ni posibles. No son necesarios, porque pueden ser pensados como no existentes sin contradicción alguna; y no son posibles, porque un ser necesario puede existir sólo por sí mismo y para sí mismo, y ningún ser puede causar la propia existencia. En consecuencia, la infinitud de seres necesarios o actualmente existentes es imposible.
El séptimo argumento está basado en la noción de la omnipotencia. Si hubiera dos seres omnipotentes cada uno haría que el otro fuera impotente. Habría una lucha entre ambos, no para destruirse, sino más bien impidiendo que las cosas queridas por uno de ellos llegaran a existir. Pues un ser omnipotente ejerce un poder absoluto sobre cualquier otro ser, por lo que puede causar su existencia o reducirlo a la nada en el curso de su existencia. En consecuencia es imposible e inadmisible la existencia de dos o más seres omnipotentes.
[1] Confirmar Obras del Doctor Sutil Juan Duns Escoto. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. MCMLX. p. 592ss.
[2] Quididad se entiende como el qué de las cosas, la esencia de las cosas.
[3] Es un concepto unívoco cuando se puede predicar de todas las cosas, incluido Dios. Por ejemplo: Dios es ente, las criaturas son entes. O también, Dios es bueno, las criatura son buena (antológicamente todas las cosas son buenas y verdaderas). En ese sentido el concepto de ente, como el concepto de bueno significan lo mismo tanto para Dios como para las criaturas. Para Escoto todos los trascendentales son conceptos unívocos.
[4] Capacidad de ser en o así mismo.
[5] Capacidad de ser por sí mismo.
[6] El conocido argumento ontológico es el utilizado por San Anselmo en le Proslogio para demostrar la existencia de Dios. Según este argumento Dios es id quo maius cogitari nequit (Dios es aquello mayor de lo cual no puede pensarse). Para más información sobre esto confirmar las Obras Completas de San Anselmo. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 29 de marzo de 1952. p. 366
[7] Causa eficiente es un ente que hace pasar a otro ente de la no existencia a la existencia. Es el agente que desencadena un proceso para que otro ente exista. Así, por ejemplo, yo soy la causa eficiente de este trabajo, y si yo no hubiera desencadenado este proceso de elaboración para que este trabajo exista, no hubiera existido. La Lógica que Escoto sigue es la siguiente: Es posible que alguna naturaleza sea hecha. Luego es posible alguna naturaleza eficiente. Conf. P. 623
[8] Obras del Doctor Sutil, Op. Cit. p. 623
[9] Aquí se está haciendo referencia a las cinco vías según las cuales Santo Tomás pretende demostrar la existencia de Dios. Son eventos contingentes porque son eventos que sin problema alguno podrían suceder de otro modo. Pues, contingente se define como aquello que es pero puede no ser. Por eso Escoto prefiere partir no por los eventos contingentes, sino por la posibilidad de tales eventos. Y la posibilidad de esos eventos es necesaria. Si tales eventos no son posibles, entonces son imposibles. La posibilidad es metafísica.
[10] La causa final es el principio que mueve a la causa eficiente para que algo exista. Así, por ejemplo, La causa final que me movió escribir este trabajo es mi exposición para ustedes. Pero hay que tener en cuanta aquí, que la causa final no podría existir sin la causa eficiente, y esta a su vez no podría existir sin la causa final. Mi trabajo de exposición no podría existir sin mí, y si nada hubiera me movido para la realización de este trabajo, yo no hubiera sido la causa eficiente de este trabajo.
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