La primacía absoluta de Cristo en San Lorenzo de Brindisi - Cuculmeca Apologética

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martes, 21 de julio de 2020

La primacía absoluta de Cristo en San Lorenzo de Brindisi


Introducción:

Sobre Jesucristo o sus misterios no escribió San Lorenzo ningún tratado teológico. Hay materia predicable sobre Jesucristo, sobre todo sus sermones «Cuaresmales» y «Dominicales». Pero tampoco hay una serie de sermones sobre Jesucristo, aunque le encontremos a Él como tema constante de la predicación laurenciana.

Las ideas más estimables sobre el Salvador se encuentran en el Mariale, obra de teología y predicación mariana. Para esclarecer el «misterio de María», Lorenzo recurre continuamente a la analogía y proximidad de María al «misterio de Cristo». Con este vienen a ser estudiados por San Lorenzo algunos de los misterios de Cristo. 

La cuestión de Cristología más estudiada por San Lorenzo, es la del primado absoluto de Cristo en la actual economía de salvación. La doctrina del santo Doctor ha sido frecuentemente expuesta. Pero carecemos todavía de un estudio completo, que recoja y organice la doctrina sobre Cristo dispersa en las obras del santo Doctor. Nosotros mismos nos tenemos que ceñir ahora a recoger algunas ideas básicas para lograr la finalidad concreta de nuestro estudio sobre los «temas fundamentales» en la teología de San Lorenzo.


Desarrollo:

1. In principio erat Iesus. 

Sobre las palabras evangélicas «erat Iesus eiciens daemonium» (Lc 11:14), comenta San Lorenzo que tales palabras contienen una fórmula para expresar la eternidad, como la conocida de San Juan 1:1: ”In principio erat Verbum”: Así pues, desde la eternidad ’’estaba Jesús”..., como fundamento del universo; como vencedor del demonio.

No interesa la acomodación «oratoria» que San Lorenzo hace de ambos textos evangélicos. Lo que tiene valor aquí es llegar a la fórmula ”in principio erat lesus” -. Jesús, Hombre-Dios está desde toda la eternidad en la mente de Dios, como principio de los caminos de Dios, fundamento del universo, razón de ser de todo cuanto existe, fuente de la vida sobrenatural, vencedor del demonio. Esta idea de Jesús como «principio de los caminos de Dios», fundamento de la creación entera es la que vamos a comentar con alguna detención. 

A) La santa Humanidad de Cristo.— Desde un principio conviene tener en cuenta que el sujeto inmediato y directo de todas las grandezas y primacía que Lorenzo atribuye a Cristo es, «in recto», la santa Humanidad del Señor. En las páginas siguientes aparece continuamente Jesucristo como primogénito de toda criatura, primero de los predestinados, mediador de los ángeles, razón de la permisión del pecado de ángeles y hombre, causa ejemplar, eficiente y final de todo cuanto existe en el orden sobrenatural y en el orden natural. En todas estas afirmaciones hay que poner como sujeto directo, inmediato a Jesús, la Humanidad asumida por el Verbo. Cierto que el sujeto último de atribución es la persona del Verbo; pero tiene una gran importancia para entender el cristocentrismo de San Lorenzo, el afirmar que, directa e inmediatamente, toda esta serie de atributos y otros similares se predican del Verbo por razón de la Humanidad asumida. Por eso hablamos continuamente de Jesús, el Hombre-Dios. 

Son varios los textos en que expresamente se dice que el objeto de la predestinación divina es la Humanidad de Cristo, no su Divinidad: «Sed si Christus praedestinatus est ut ait Paulus (Rom 1:4), non utique praedestinatus est ut Deus, sed ut homo» [1]. Y en otra parte: «Christus, quatenus homo, prima est creatura praedestinata» [2]. Su cualidad y dignidad de «compendio» de todo lo creado e increado le conviene por razón de su Humanidad. Es su Humanidad la que sustenta esta dignidad de ser la «recapitulación» del universo: de todo lo creado e increado. [3]

Con la mirada continuamente fija en la Humanidad de Cristo es como se logra el auténtico «Cristocentrismo»: cuando la Humanidad sacratísima se nos ofrece como centro «objetivo y subjetivo» de la revelación. Todo se nos revela en Cristo, por Cristo y para Cristo, como fin inmediato de toda la Economía de salvación bajo cualquiera de sus aspectos. 

B) Jesús, ’’Corazón de Dios”.— La idea de que Jesús sea el «compendio» o síntesis de la Divinidad encuentra una fórmula profunda y bellísima en San Lorenzo. Llama a Jesús "cor Dei" Jesús es el corazón de la Trinidad beatísima vuelto hacia el mundo. Expliquemos un poco esta fórmula. 

San Lorenzo parte de concepción evangélica y franciscana de que Dios es Caridad, Amor liberal y comunicativo. Si el Amor infinito mira hacia su propia intimidad entonces se constituye — a través de las procesiones— en Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los Tres forman un solo Amor, una sola Vida, un solo Corazón. 

Pero si el Amor del Padre-Hijo-Espíritu Santo se vuelve desde la eternidad hacia la criatura, buscando en ellas a quién comunicar su Bondad, entonces el Corazón de Dios adquiere otro nombre y otra realidad: Jesús. Jesús es, por consiguiente, según el pensamiento de San Lorenzo, el Corazón de Dios vuelto hacia la creación entera para darle ser, vida, consistencia, sentido y finalidad. En efecto, el corazón es la síntesis de la vida, sobre todo de la vida superior del hombre. Por eso decir que Jesús es el «corazón de Dios», quiere decir que Él es la síntesis de toda la vida divina en cuanto ella dice referencia a nosotros. La vida de Dios en cuanto se refiere a nosotros es su conocimiento y su amor hacia lo creado. Jesús es, pues, la síntesis de todo lo que Dios piensa sobre los seres creados: El pensamiento entero y el amor todo de la Trinidad cuando se vuelven hacia el mundo están en Jesús: es Jesús mismo que, como un corazón sintetiza toda la vida, así Él sintetiza la vida (pensamiento y amor) del Dios Trino cuando se vuelve hacia el mundo. Dice San Lorenzo: «Leemos en la S. Escritura (2 Paralipómenos 7:16), que quiso dejar reposar su corazón en el templo de Salomón. Cristo es el corazón de Dios. Porque unas veces el corazón expresa la sabiduría (Os 4:11; 1:11) y la inteligencia. Y bajo este aspecto Cristo se nos ofrece como virtud y sabiduría de Dios, ya que en Él están todos los tesoros de la sabiduría y ciencia (Col 2:3). Otras veces el corazón simboliza y sintetiza la vida entera de amor (Prov 23:26; Mt 6:21). Y Cristo es el amadísimo Hijo de Dios; el Hijo muy querido en quien el Padre se complace totalmente» [4].

Por los textos de la Escritura que se citan y por todo el contexto, se ve con claridad que el ser Jesús «corazón de Dios» incluye: que Él es el objeto, de los pensamiento de Dios y de su amor supremo cuando éste se dirige a las criaturas. Así logramos ver otra vertiente de la fórmula «Jesús corazón de Dios»; ya que Jesús es la más amada de todas las criaturas y por amor a Él fue por lo que Dios predestinó, es decir, amó con especial amor, a todos los demás elegidos. La razón de todo esto es que el amor divino es la fuente de todo bien, desde la predestinación hasta la glorificación. A mayor amor de Dios a una criatura corresponde mayor gracia y mayor gloria. Por eso Cristo tiene la mayor gracia y gloria por que fue el más amado de la Trinidad santísima. Y porque le amó le dio todo en sus manos. 

La misma idea de Jesús como «compendio» de la Trinidad adquiere otras fórmulas de gran densidad teológica. Cristo en cuanto Hombre, Jesús, es el «compendio» del «mundo» supremo, que es la misma Divinidad, que habita en Jesús corporalmente, según dice San Pablo (Col 2:9). Todas las perfecciones de la naturaleza, de la gracia y de la gloria y de la Divinidad misma están sintetizadas en Jesús. El misterio de la «recapitulación» de que nos habla San Pablo, se refiere también al hecho de que en Jesús está «recogido en forma sintética», no sólo todo lo creado en sus varias categorías; sino «todo lo que hay en Dios», pues en El inhabita la plenitud de la Divinidad corporalmente. Cristo Hombre es la imagen perfecta de la Trinidad. Todo lo que hay de fuerza, dignidad, honor y poder en Dios, todo ello se encuentra en Cristo, pues en El está la plenitud de la Divinidad. 

San Lorenzo, para su afirmación de Jesús como «compendio-imagen-expresión-corazón», de la Trinidad, se apoya constantemente en San Pablo, Col 2:9. Digamos brevemente que la interpretación laurenciana está de llena en la línea del pensamiento de San Pablo: frente a la «gnosis» de los Colosenses que hablaban del «pleroma» de la Divinidad difundida en los ángeles-elementos, San Pablo ofrece la «epignosis» cristiana: a Cristo como «pleroma» de la Divinidad, conjunto y síntesis de toda la virtualidad divina esparcida en el mundo; primogénito de toda la creación natural y sobrenatural. 

C) Jesús, fundamento de la creación natural.— Las fórmulas empleadas por el santo Doctor para expresar esta verdad son múltiples: Jesús es la causa eficiente, ejemplar-final de la creación. Jesús es la «recapitulación», compendio de todo cuanto existe; Jesús es el primogénito, el rey de lo creado, aún del mundo material. Recogemos algunos textos: El hombre es compendio del universo, imagen de Dios, príncipe del mundo. Pero Cristo lo es en forma perfectísima, por ser el «hombre» por excelencia. En el hombre está recapitulado todo el universo. Así en Cristo está todo el bien de la naturaleza. Cristo es principio de todas las cosas, ya que «el mundo ha sido hecho por El» (Jn 1:3). Cristo como autor y fundamento del triple orden de «naturaleza-gracia-gloria», lo encontramos con frecuencia. El misterio paulino de la «anakefalaiosis» se extiende también al mundo material, según San Lorenzo. Más frecuentemente se le encuentra a Jesús como causa ejemplar, cabeza, etc., del hombre, ya en el mismo ser natural de éste. Por otra parte, ya hemos hablado de esta idea anteriormente, al hablar de la referencia cristocéntrica del hombre desde los constitutivos mismos de ser natural. 

D) Primacía de Jesús en el orden sobrenatural.— La creación sobrenatural aparece dividida por San Lorenzo en estas categorías: María, la Iglesia, los ángeles, los hombres. Y dentro de cada categoría, el triple grado de naturaleza-gracia-gloria. Cada una de estas jerarquías del mundo sobrenatural y en su triple grado aparece presidida por Jesús: Igualmente, cada uno de los seres que integran este mundo sobrenatural tiene los mismos momentos esenciales en su historia religiosa: predestinación, justificación, preservación o liberación del pecado, glorificación. Y en cada uno de estos «momentos» de la historia de la salvación la dependencia de Jesús es esencial a cada uno de ellos. Jesús la preside como Cabeza, como causa ejemplar y final, como Rey. 

a) Jesús el primer predestinado.— El amor de Dios es la raíz de todo bien: de la predestinación, vocación, justificación, glorificación. El que tiene el primer puesto en la predestinación también lo tiene en la gracia y en la gloria. Y a la inversa, desde el momento en que hemos visto a Jesús como la primera de las criaturas, el Summum Opus Dei, ya tenemos que afirmar ante cualquier otra primacía su primacía en la predestinación divina: Christus quatenus homo, prima est creatura praedestinata.[5]

Y por ser Jesús el primero de los predestinados, es también la causa ejemplar y fin al de todos los demás predestinados: «Nec so - lum prim a est creatura praedestinata, sed etiam causa exem plaris atque finalis praedestinationis sanctorum . Sic Paulus ait». Quos praescivit... Rom 8:29. Ubi declarat Paulus Christum ab aeterno fuisset causam exemplarem praedestinationis, ubi a it: conform es fieri im aginis Filii sui, et finalem ubi a it: ut ipse sit primogenitus, dignitate et honore, in multis fratribus, idest inter omnes electos Dei, quos in filios adoptavit» [6]. Insistiendo en la causalidad final de Cristo añade: «Non fuit praedestinatus Christus propter electos, sed electiomnes propter Christum , in gloriam Christi»... Ef 1:3-6. Ubi manifesté docet Paulus quod omnes electi in gloriam Christi praedestinati sunt. 1 Cor 3:2; 2:2-3... (dicit) «omnia propter vos, vos autem propter Christum. Nam om nes sum us servi Christi, etiam angelí, Hb 1:2. Scribens ad Colossenses, docet propter Christum om nia creata sunt» [7]. «Ut Christi servi essent, creavit angelos in coelo; ut Christi im ago esset, form avit hom inem in térra» [8] 

b) Jesús segundo Adán, María segunda Eva.— Para explicar la dependencia que María tiene respecto de Jesús, el hecho de que María haya sido creada por Jesús, en orden a Jesús, lo expresa frecuentemente San Lorenzo llamando a Jesús segundo Adán y a María la segunda Eva. Jesús es la razón de ser, causa, imagen ejemplar de la predestinación, maternidad y todas las gracias y privilegios concedidos a María. Al hablar de la Mariología de San Lorenzo, ampliaremos esta idea de las relaciones que existen entre Jesús y su Madre. De momento nos basta este testimonio: «Christi gratia praedestinata est Maria talisque praedestinatur, ut Christi unigeniti Filii Dei digna esset Mater» [9]

c) Jesús Cabeza de la Iglesia.— Como la Trinidad beatísima, toda la plenitud de su ser se lo comunicó a Jesús en quien habita corporalmente la Divinidad, así Jesús todo lo que Él es se lo comunicó a su Iglesia. Según el misterio de la anakefalaiosis de que nos habla San Pablo, Jesús es el compendio de todo lo creado y de la misma Divinidad. Lo es también de todo lo que hay en la Iglesia. 

d) Jesús y los espíritus angélicos.— Tenemos las afirmaciones generales de que «todos los elegidos», sin distinción han sido elegidos en Jesús y por Jesús, para su gloria; por consiguiente también los ángeles fueron predestinados en y. por Jesús. Los ángeles entran de lleno en la economía de salvación presidida por Jesús, ya que el misterio de la encarnación les fue revelado a ellos desde el principio. En su estado de «viadores», antes de entrar en la gloria les intimó Dios el precepto de que adorasen a Cristo, al Hombre asumido por el Verbo, y le reconociesen como a su Señor [10]. La gracia que se confiere a los ángeles también es «gracia de Cristo»: concedida por sus méritos y bajo su influencia. Como el sol derrama su luz sobre todas las estrellas, así Cristo, sol de justicia da el resplandor de la justicia, bondad y santidad a los ángeles y santos. Jesús es llamado también «Salvador de los ángeles». Por Jesús fueron ellos preservados del pecado y confirmados en el bien: recibieron la inocencia y la conservaron. Finalmente, la gloria que en el cielo reciben los ángeles también les viene a los espíritus celestiales bajo la in ­ fluencia de Cristo.

e) Jesús primogénito entre muchos hermanos.— Este aspecto de la superioridad de Cristo y su cualidad de centro, cumbre, causa ejemplar y fin al de todo el orden sobrenatural tal como éste se verifica en los hombres, ya lo hemos estudiado anteriormente. Al exponer la «orientación cristocéntrica del hombre», quedó bien de manifiesto. La predestinación — elevación al orden sobrenatural, caída en pecado— regeneración-glorificación: son los «momentos» cumbres de la historia religiosa de la hum anidad en la actual economía de salvación. En cada uno de estos momentos aparece el género humano y cada hombre orientado hacia Cristo, encontrando en Cristo la razón de ser, el sentido último y finalidad. 

2. Jesús y el misterio del pecado. 

Las relaciones de Cristo con el «misterio del pecado» (pecado de los hombres y de los demonios) no ha encontrado una solución satisfactoria en la teología. Creemos que en este punto es de máxim o interés la doctrina del Santo Doctor y que aporta valiosos elementos para una solución aquietante.

A. Intentos de solución.— Nos referimos, en primer lugar, a la solución tomista, de sentido infralapsario y «amatiocéntrico». Según el tomismo, en una economía de salvación que llamaríam os «originaria», Cristo no estaba predestinado a la existencia, ni entraba en los planes de Dios la unión hipostática, ni la constitución de Cristo como Cabeza de todo aquel «primitivo» orden sobrenatural. Aquella originaria economía de salvación quedó sustancialmente transmutada por el pecado original. No es que Dios «fracasase» en sus planes con motivo del pecado original; pero la caída del hombre motivó el que Dios reorganizase desde los cimientos el plan antiguo de salvación: con motivo del pecado Dios decretó poner a Cristo como redentor del género humano. En esta concepción, como se ve, el punto de partida de la actual economía de salvación es el pecado. Todo lo anterior quedó hundido. A partir del pecado, ante la realidad infinitamente trágica del pecado, Dios organiza su plan de salvación en forma «nueva». Principalmente decretando la encarnación de Cristo con todas sus consecuencias. 

Los grandes inconvenientes de esta teoría son estos: en primer lugar rompe la unidad-continuidad del plan divino de salvación, que comienza con la creación-elevación-caída-restauración. Las Fuentes de la revelación desconocen totalmente aquella duplicidad de planes divinos de que nos hablan los tomistas. Igualmente, tiene todavía la gran desventaja, ya señalada vivamente por Duns Escoto, de que presenta a Cristo como un bien «ocasionado» por el pecado. Lo cual está contra la absoluta primacía de Cristo afirmada terminantemente en la Sagrada Escritura. Igualmente contra un principio teológico claramente afirmado por Santo Tomás, que el amor de Dios es creador de las cosas y «ordenadísimo»; y por tanto ama más y «primero» a Cristo, por ser la más perfecta creatura. Y todo lo demás por Él. 

La doctrina escotista sobre las relaciones entre Cristo y el pecado, está dominada por el principio del primado absoluto de Cristo. Por consiguiente, Cristo no pudo nunca ser predestinado con motivo del pecado, sino siempre antes e independientemente del pecado de Adán o de los ángeles. Sin embargo, en Escoto mismo y algunos de los escotistas clásicos, las relaciones de Cristo con el pecado no llegaron a adquirir la suficiente claridad. En efecto, por una parte la «permisión» del pecado original y de cualquier otro pecado, no está directamente referida de Cristo. Si Dios lo permite, por honor de Cristo o sin referencia a Él, no se nos dice; aunque de la afirmación del primado absoluto «podría» legítimamente deducirse. Además, el «misterio del pecado» parece que entra furtivamente y con carácter meramente episódico. Ello está un poco lejos de la hondura y necesidad trágica con que el «misterio de iniquidad» se nos presenta en las fuentes de la revelación. Se correría incluso del peligro de bagatelizar o interpretar demasiado superficialmente el «misterio» del pecado. 

B. Solución cristocéntrica al misterio del pecado, según San Lorenzo— San Lorenzo está dentro de la línea escotista en cuanto al problema de la predestinación «absoluta» de Cristo; en el hecho de admitir una única y continuada economía de salvación presidida por Jesús desde el principio hasta el fin: desde la predestinación hasta la glorificación. Y en cada una de las categorías sobrenaturales de seres: María-los ángeles-los hombres. 

Sin embargo, en punto el problema concreto de las relaciones entre Jesús y el misterio del pecado, el pensamiento del Santo Doctor presenta una claridad y amplitud tal vez no lograda por ningún teólogo escotista hasta su tiempo [11]. Vamos a exponer la solución laurencia en sus rasgos más fundamentales. 

a) Jesús y el pecado de los ángeles.— La idea de que el pecado de los ángeles rebeldes depende de Cristo se encuentra con frecuencia en los escritos de San Lorenzo; y desarrollada con claridad y amplitud. No se precisa — para nuestro intento — más que indicar las ideas clave y los textos comprobatorios tal como los ofrece el Santo.

Conocemos ya el principio general de que «ex infinita Christi hominis dignitate ortum habuít peccatum» [12]. Para mayor gloria de Cristo permitió el pecado de los hombres. El proceso de este pecado, por lo que se refiere a los ángeles lo describe San Lorenzo en un largo texto que citamos íntegro para evitar comentarios innecesarios. Habla San Lorenzo de la prueba que Dios puso a los ángeles en su estado de viadores y explica que la prueba fue el precepto de adorar la humanidad de Cristo; lo que fue rehusado por Lucifer: 

Ver texto dando click aquí, o ampliando la imagen a continuación:




La misma idea se encuentra en otras ocasiones en que, además, aparece la Virgen María asociada como objeto de «envidia» y rebelión de Satán.

b) El pecado del hombre subordinado a Cristo.— Este aspecto lo tiernos tratado anteriormente al hablar de la visión cristocéntrica del hombre en San Lorenzo.

Por consiguiente, la primacía y superioridad omnímoda de Jesús sobre todo lo creado tiene su luz y su sombra. El es la fuente de la vida y el sol de toda luz. Pero también las tinieblas y el pecado están ordenados a glorificar a Cristo y a revelar algunos aspectos del misterio de Cristo. En especial la grandeza de su amor sacrificado y doloroso; que no hubiese tenido manifestación tan espléndida y dramática de no haber existido el pecado.

Dios, como un sabio arquitecto, puso el fundamento del universo en Jesús. El pecado derribó la primitiva construcción: el estado de justicia original. Pero como el plan divino estaba fundado sobre Jesús, allí en Jesús, en la virtualidad de su poder, amor y grandeza espiritual encontró Dios medio para restaurarlo: su amor se manifestó, visto el pecado, bajo un nuevo aspecto: como amor redentor.

3.— Plan divino de salvación ”en Cristo”. Desde el punto de vista teológico toda la actividad divina ad extra gira en torno a lo que se llama "plan divino de salvación”. La creación «natural» con todas las realidades que ella incluye; el orden sobrenatural con todas las etapas de la historia de salud en que va realizándose; los ángeles; María; el mismo Jesucristo, son componentes diversos de este «plan» divino. Y a hemos visto cómo para San Lorenzo toda la actividad divina hacia las criaturas se concentra en Jesús, principio de los caminos de Dios y fundamento del universo. Según esto ya es fácil comprender que Jesús sea también el centro hacia el cual converge el plan divino de salvación. Juzgamos de interés indicar todavía algunas ideas de San Lorenzo sobre el «puesto de Jesús en la actual economía de salvación». 

A) La ’’actual” economía de salvación. Siempre que se habla del primado absoluto de Cristo, se ventila simultáneamente la cuestión del puesto que le corresponde en la actual economía de salvación. Pero podemos preguntar cuál sea, en verdad, la "actual" economía de salvación.

San Pablo nos habla del «propósito» que, para salvar a los hombres, existe desde toda la eternidad en el corazón del Padre. La «historia de la salud» no es más que el despliegue — en el tiempo y en el espacio— de lo que Dios Padre tenía decidido desde siempre. A la inversa, para poder hablar del «plan divino de salvación», tenemos que partir de la «historia de la salvación», tal como se está desarrollando desde el principio del mundo. Estos datos fundamentales de la historia sagrada, en cuanto que rectamente pensamos que desde la eternidad, tienen una existencia en la mente divina, queridos y ordenados por Dios en su providencia sobrenatural, eso es lo que constituye el plan divino de salvación, la actual economía de salvación.

Varias veces hemos hecho ya alusión a los datos fundamentales de la historia de la salud. Tal como los ofrece la Biblia podemos leerlos así, en su sucesión cronológica: creación del universo y del hombre; elevación al orden sobrenatural, caída en pecado; espectación y preparación del Redentor en el A. T; entrada de Jesús en el mundo para redimir a los hombres, con su muerte-resurrección; la Iglesia de los redimidos espera la segunda venida del Señor en su gloria. Que San Lorenzo conozca todos estos momentos de la historia de salvación entrelazados en una economía y plan de salvación únicocontinuado, podrá deducirse claramente de lo que llevamos expuesto sobre el primado de Cristo. 

B) La historia de la salud ”fundamentada” en Cristo.— Ya hemos examinado este punto al hablar de Jesús como fundamento de todo lo existente. Hemos recorrido cada una de las etapas de la historia de salvación y siempre hemos encontrado en ellas a Jesús como centro: razón de ser, contenido y sentido último de cada una de las realidades allí estudiadas: creación-elevación-restauración..., hasta el mismo pecado adquiere sentido cuando se le considera subordinado a Cristo. La unidad y continuidad de la historia divina de salud y del plan divino de salvación viene precisamente de aquí: de Cristo. 

Sólo en Cristo logra su unidad real más profunda. Por estar sustentado en Cristo y precisamente en torno a Cristo es como mantiene la unidad y continuidad. Los demás elementos se van sucediendo: Cristo permanece: Jesús es el fundamento. Esta idea de Jesús como fundamento seguro del universo la toma Lorenzo de San Cirilo. Mediante ella enlaza con una antigua tradición en este problema de la unidad de la economía de salvación en Cristo, a pesar del pecado de ángeles y hombres. El pecado no quiebra la unidad del plan divino en torno a Cristo; contra lo que creyeron tal vez San Agustín y el tomismo de tipo infralapsario.

La visión de conjunto de la actual economia de salvación centrada en Cristo y presidida por Él nos la ofrece San Lorenzo en la escala de Jacob, que comienza por los seres más inferiores hasta tocar el cielo. El punto en que la creación entera toca lo Infinito es Cristo.


Conclusión:

Siguiendo el pensamiento del Doctor de Brindis, habría que ordenar así los decretos divinos que dispone la actual economía de salvación: 

— El primero en el querer y predestinación divina es Cristo, Hombre-Dios. 
— Por amor a Cristo, para su gloria, para que llegue a existir Cristo, quiere Dios a María. 
— Por amor a Cristo y a María, para su gloria, para que ellos lleguen a ser verificados quiere a los elegidos la Ciudad de los santos y los ángeles. 
— Para que se cumpla la predestinación en Cristo y María, quiere Dios todos el orden sobrenatural: elevación, caída, restauración, glorificación de los hombres en Cristo y en María.
— Para realizar el orden sobrenatural y como su presupuesto; para los elegidos y para Cristo y María quiere Dios todo el orden natural: el ser natural del hombre y el cosmos, como soporte para lo sobrenatural.

Esta sería la única visión auténticamente teológica del «universo»: todo es para vosotros; vosotros para Cristo; Cristo para Dios. [13]

Dios te bendiga,

[1] Quadragesimale II, Op. omnia V -l, p. 434.
[2] Mariale, Op. omnia I, pp. 79-80; cfr. ibid., 79-83
[3] Quadragesimale I, Op. omnia IV, p. 495.
[4]  «De tempio Salomonis legimus quod reposuit in eo Deus cor suum (2 Par. 7, 16). Christus autem est cor Dei; nam per cor aliquando sapientia designatur (lob. 34, 2, 10; Os. 4, 11; 7, 11). Christus autem Dei virtus et sapientia est: In quo sunt imnes thesauri..., Col. 2, 3. Quod si cor amorem singificat. Prov. 23, 26; M t. 6, 21. Christus dilectissimus est Filius Dei (Col. 1, 13; M t. 17. 5)». Quadragesimale I, Op. omnia IV , pp. 307-S08
[5] Mariale, I, p. 79 s
[6] Mariale, I, p. 80. Cfr. Quadragesimale II', V -l, p. 434.
[7] Mariale, I, pp. 79-80.
[8] ibid p. 96. Sobre Cristo como primero de los predestinados y causa ejemplar final de toda predestinación puede verse: Domenic op Herndon, The absolute primacy of Christ Iesus and His Virgin Mother according to st. Lawrance of Brindisi, Collectanea Franciscana 22 (1952) pp. 117-126; 136-143.
[9] Quadragesimale II, Op. omnia V -l, p. 435
[10] Los ángeles veneran a María en el cielo... «Imo etiam ab initio suae creationis una cum Christi venerati sunt et adorarunt. Nam, priusquam beatificaren tur, iussi sunt Christum adorare et in suum dominium recipere... sed iussi sunt adorare ut hominem Divinitati unitum; ergo ut Filium Mariae. In visione autem Deiiam beatificati, mysterium Incarnationis pienissima agnoverunt, quare et Christum et Mariam». Mariale, I, pp. 326-S27. Cfr. infranota 153 154.
[11] No entramos en el problema de la «originalidad» de San Lorenzo; ni su dependencia de autores anteriores, sobre todo San Bernardino de Siena y Bernardino de Bustis.
[12] Mariale, I, p. 82.
[13] Todo el escrito ha sido obtenido de: Villalmonte Alejandro O.F.M Cap, IV. Jesucristo tiene el primado en todas las cosas; 89-103

Por. Cairo José Sánchez Sáenz

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