Enséñame a amar, enséñame a perdonar - Cuculmeca Apologética

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domingo, 9 de junio de 2019

Enséñame a amar, enséñame a perdonar


Introducción:

Semana Santa, cumbre de nuestra fe, y, como en varias ocasiones, estamos envueltos en rutinas, dejándonos arrastrar por ellas. Corremos el peligro que éste sea el caso, llega la Semana Santa, incluso marcada en el calendario, nos trae a la mente las "vacaciones cortas" o la rica malarrabia [1]. Muchas veces dejando de lado el verdadero sentido por lo cual nos dan libres estos días. 

En más de una ocasión, se habla y escribe sobre el perdón de Dios: ¿Realmente conocemos su dimensión y su importancia?, ¿Nos hemos abandonado alguna vez a su infinita misericordia?, ¿Tenemos alguna herida causada por algún ser querido que creamos insanable? o ¿nosotros hemos ofendido a alguien y pensamos que jamás nos perdonarán?


Desarrollo:

Es mucho más dificil aún encontrar ese perdón divino, o al menos su parecido, en un entorno que, lejos de ayudar a conciliar los problemas, acusan y hunden más al agresor y lo condenan por su mal actuar. Basta mirar alrededor y encontraremos expresiones como:"¡merecido tiene una muerte así, el desgraciado ese, por todo el daño que ha hecho!" o "¡Paga miserable cada uno de tus males!"; ¿es esa acaso la actitud cristiana, la que nos manda tener el Señor con el que se equivoca?, nos es muy fácil ser jueces del prójimo.

¿Dónde está entonces ese ejemplo de perdón que debemos tener de referencia? Citando el Evangelio de hace dos domingos, el apóstol San Juan nos presenta, el encuentro de Jesús con la mujer adúltera: muchos "santos" (resalta las comillas con los dedos) querían apedrear a quien había cometido pecado. Jesús, lejos de corresponderles, utilizó una frase que se ha inmortalizado hasta nuestros días: "quien esté libre de pecado, (pregúntales que sigue) que tire la primera piedra”. 

San Agustín utiliza la siguiente frase para explicar esta escena: Se juntaron la miseria y la Misericordia, escuchen bien, la miseria y la Misericordia. Y la Misericordia dijo a la miseria: "yo tampoco te condeno. Vete, pero no peques más". El único Aquel que podía condenar a dicha pecadora, que conocía todo lo que había hecho, no le reprochó ni un solo acto, sino que, con una mirada llena de amor y misericordia, consoló la pena de su corazón y le permitió tener otra oportunidad. Si el Rey de reyes nos da ese ejemplo de perdón. ¿Quiénes somos nosotros para actuar diferente?

Para aprender a perdonar hace falta ver ejemplos de auténtico perdón. El Señor no sólo nos enseña a perdonar, sino que sin importar la grandeza de la falta, si buscamos su perdón de corazón, Él nos perdonará. Buscando dentro de los pasajes de esta Semana Santa encontramos que el primero de los apóstoles, San Pedro, también falló, ya que negó tres veces a Nuestro Señor; honda fue su pena que lloró desconsolado. Más Jesús, cuando resucitó y se encontró nuevamente con él, no le reprochó nada, sino más bien le preguntó las mismas veces que le negó: “¿Pedro me amas?” y Pedro esta vez, ya no se quedaría callado o sería indiferente, sino que con total convicción contesta: “Señor Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo".

Es allí donde, después de trabajar por la reparación de la herida por ambas partes, se reconstruye esa confianza, esa garantía que ahora las cosas irán bien. Esas ganas de querer empezar nuevamente y esta vez permanecer unidos para siempre. Y eso se comprueba en el mismo pasaje, porque San Pedro al confirmar su amor, recibe por orden de Jesús, el deber de apacentar el rebaño. Es que sólo cuando se supera el dolor de las heridas y se decide trabajar por la reconciliación que vuelve la eficacia en cuanto a la convivencia, ya no se hace una rutina pesada, sino que desaparece esa nostalgia de "todo tiempo pasado fue mejor" y empezamos a vivir el hoy con alegría y satisfacción.

Y no podríamos dejar de lado el mayor perdón de todos, que justamente celebramos en estas fechas: El sacrificio de la Cruz, que reconcilió al género humano con Dios. Mucho se podría afirmar aquí, que Dios tenía el poder de sencillamente sonar los dedos y perdonarnos. Pero, ¿Por qué es que tuvo que enviar a su Hijo a morir en la Cruz? Cierto es que Dios pudo haber hecho eso, pero ello sería una manifestación de su grandioso poder y no de su grandioso amor. Entonces, ¿qué manera más perfecta de expresar ese amor por nosotros que entregarse a sí mismo por nosotros para obtener una redención perfecta?  

Es por eso que esta semana es tan importante hermanos, porque recordamos esa maravillosa entrega, que nos entristece por el hecho de ver a un ser tan amado morir, pero nos conforta el hecho que, sucede por amor a nosotros, para que podamos acceder a la gracia que habíamos perdido por nuestra culpa.

¡Cuánto es que el corazón se emociona a saber que, siendo uno el agresor, es el agredido quien se mueve por nosotros para poder volver al bien! Todo esto hizo porque lo mueve el Amor. Ya que sinceramente, hermanos, ¿quien cargaría una cruz tan pesada, con llagas sangrantes en el cuerpo, de manera injusta, recibiendo insultos y escupitajos? Eso no lo puede hacer nadie más, que alguien que está movido por el Amor.

¿Cuántas veces ustedes padres, cargan esas pequeñas cruces en el diario?; privándose de endulzar el café para que la leche del hijo sepa agradable ya que no alcanza el azúcar; o desvelándose durante toda la noche, cuando nuestro niño se encuentra enfermo y aún así, al día siguiente deben ir a trabajar temprano. 

Y es que para perdonar y sanar debe hacerse movido por el Amor, porque sino se convierte en una simple formalidad o apariencia para quedar bien, pero no sana, no transforma, no alegra. Es el mismo amor, que me lleva a comprender: que así como yo me equivoco, mi hermano también puede equivocarse, y así como él carga ese remordimiento por su error, yo también podría algún día cargar con algo parecido. Y que más me encantaría que alguien, desinteresadamente y por mi bien alivie esa carga pesada. 

Por eso hermanos que esta semana despojémonos de las preocupaciones diarias y que nuestra prioridad sea la reconciliación con DIOS Y CON NUESTRO PRÓJIMO, que sea de reflexión y conversión para sanar todas aquellas heridas que nos impide vivir la alegría del amor. Seamos con nuestros hermanos, ese reflejo fiel de la misericordia de Cristo, que perdona la mayor de las culpas. Seamos auxilio de los afligidos, que nos piden perdón. Seamos humildes, para reconocer nuestras faltas y demos un fuerte y cálido abrazo y una sonrisa a quienes hemos fallado y a quien nos falló, invitémosle a cenar, a conversar, un cafecito, etc. 

Si has discutido con tu esposa: cómprale una rosa, recuérdale lo hermosa que es y lo feliz que estás de que ella te conceda ser su compañero de vida. Si te has peleado con tu esposo, invítale su comida favorita y hazle saber que agradeces a Dios todos los días, por estar juntos en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad. Si han fallado como padres, reconozcan sus culpas y prometan darlo todo por no volver a fallar. Si han fallado como hijos, pidan ayuda de sus padres para saber cómo portarse mejor, qué mejor guía que quienes les dieron la vida!


Conclusión:

Compartir este mensaje que hoy ha llegado a nosotros. Para que así, reine la paz en nuestros corazones, en nuestra familia y en la tierra. Porque la victoria de la cruz, que redime al hombre con Dios, venció el pecado y la muerte. Porque donde reina la paz, reina Cristo. Gracias.

Dios te bendiga,

[1] Malarrabia: Comida típica del norte peruano a base de platano y queso, que se come en tiempo de cuaresma, especialmente los viernes.

Por: Nils Anthony Checa Aguilar

Acerca del autor: Nils Checa Aguilar es un ingeniero mecánico eléctrico de la universidad de Piura, Perú. Que en sus ratos libres es catequista y que por temor a Dios lo busca incansablemente hasta que su alma repose en él.

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